IX
Cuando lograba detener
los “por qués”, la Tierra le parecía maravillosa; le parecía
un juguete ingeniosísimo; la encontraba parecida a esos sonajeros de
los niños que es necesario que los muevan para que suenen: la Tierra
se movía y por eso los hombres tenían acción. Tal vez si la Tierra
se detuviera ellos también. Pero no se podía asegurar nada, era un
juguete muy complejo. Hubiera deseado, igual que los niños,
romperlo, ver cómo era interiormente y romperle el por qué. Pero
lo único que podía hacer era observarlo: observando le parecía que
los hombres tenían cuerda individual, pero que se subordinaban a la
Tierra por un imán; que al moverse la Tierra les excitaba la cuerda
y que había hombres de más o menos cuerda.
Felisberto Hernández, fragmento de Libro sin tapas
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