La duda como un ancla.
Otra vez pierdo el norte y doy vueltas sobre el mismo punto.
Escuche bastante sobre la brújula interior, pero no sé por qué, mi mente insiste tanto en buscar respuestas afuera.
Por lo visto no me resulto muy confiable.
¡Qué picardía! ¿Quién puede conocerme mejor que yo?
Es así, cada tanto necesito que otro me recuerde en qué momento me brillan los ojos para decir: ¡Ah cierto! Es por ahí.
Están los que se encariñan con la piedra. También están los que como yo, buscan las piedras para tropezarse.
Cualquier excusa es buena para no avanzar.
No sé, tal vez, capaz… Nada ¡Excusas!
Me excuso dudando porque en el fondo tengo miedo.
Miedo a dar el paso…
Así, puedo pasar años o toda una vida naufragando,
sin nunca llegar a tierra firme, a destino.
Soñando, sin intentar hacer el sueño realidad.
De todas maneras, darme cuenta de que no es la duda como un ancla,
sino el miedo que me ancla con la duda, no es poca cosa, ¡claro que no!
Lo cierto es que limita y necesito atreverme, tomar coraje.
Lo grandioso, es que si tomo coraje y me atrevo a enfrentar el miedo, de seguro las estrellas se alinean, encuentro el rumbo y hasta puede que el viento sople a mi favor.
Natalia Zanazzi, 2018.
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