miércoles, 26 de junio de 2019

Laguna Negra * Nicolás Alonso



[Una ventana de madera por la cual se ve el lago. Tiene dos hojas de vidrio, una en la parte superior y la otra en la parte inferior. La imagen se fractura. Se recorta en dos mitades.
Pegado al marco, abajo, pueden verse algunas rocas iluminadas por el sol naranja. Parece un terreno irregular. 
Una linea delgada de ese sol proyecta sobre el marco, como si de pasada se hubiera metido en la casa.]



fueron horas de caminata hasta llegar
unas seis 
al principio el camino es un sendero boscoso 
regular
a medida que asciende comienza a volverse denso
al último tramo se lo denomina “el caracol”
es un ascenso empinado 
exige los músculos al extremo
desde abajo 
una vez entrado en él
puede verse claramente una cascada
es obvio que la laguna está ahí
detrás
como un cuenco apenas rasgado por el agua 
escurre desde allá
cascada colgada
al borde de las piedras
hasta generar el río que ahora tengo mi lado
un cuenco de agua suspendido entre las nubes
azul azabache de postal

alguna vez me dijeron que el agua de deshielo no hidrata
¿será verdad?
terrible paradoja
belleza que deja morir 
inmóvil
solo para ser vista
observada
disociada del sudor 
el cansancio que me llevó hasta ella

avanzo

cada

paso

cuesta

siento como los músculos de mis piernas trabajan
no es algo que disfrute
siempre preferí
los deportes en los que el cuerpo se olvida
subordinado al juego
al disfrute
queda 
en segundo plano

acá siento todo

cada dolor
molestia
el avance es trabajoso
intento apurarme

quiero correr
saltar

de piedra

en piedra

eso me divierte
me olvida
pero no
el sendero es en ascenso 
cualquier movimiento repentino me deja 
sin aire
la cascada es la referencia
avanzo
me acerco
estoy llegando
la veo ahí
a la mano
helada e inmortal
el camino hace un rulo pequeño llegando a la cima
lo tomo 
la laguna se asoma detrás de una roca enorme
oigo el viento que silba
zumba detrás de la última roca
el viento es guardián
constante
sostenido
imperturbable
no cesa

el viento llega
enfría 
de un golpe
mi cuerpo transpirado

tengo frío

ahora
me apuro y avanzo hacia el refugio que veo a lo lejos
pienso en eso
en la palabra “refugio”
nunca había estado en uno
pero al verlo ahí
pequeño y bordó
tirando humo por la chimenea
humo peinando el aire
asoma
humo cálido que contrasta
con la intemperie fría
del viento en la laguna
humo cálido entre las nubes
atrae
llama
me acerco

entro

como se entra en las películas

a la casa de un desconocido



[Sobre las rocas el lago es azul, verdoso. Parece frío a través de la hoja inferior de la ventana. Detrás del lago hay una montaña de color suave. Es gris, claro, amarronado. Tiene manchones, como salpicaduras de nieve.]

...

buscando el calor
entro y veo
una casa saturada de gente
cansada
en medio de una laguna inhóspita
vacía
inmortal
salamandra con pavas 
agua caliente
mesas de madera precarias
personas
gente apretada
una junto a otra 
largas mesas comunitarias
intentando recuperar
algo de la fuerza que les demandó subir

sobre la salamandra 
zapatillas 
mojadas de nieve
medias frías
nada indicaba un refugio repleto
nada lo anticipaba
pero lo estaba
pensé
un refugio no lo hacen las paredes
lo hace
la gente
amontonada en madriguera

me senté 
en el único espacio libre que quedaba 
no quería pararme más
podía haber estado horas 
sentado
inmóvil
dejando que mi cuerpo se recupere
se estabilice
pero la gente molestaba
me corría para pasar
para pedir 
un poco de agua o 
el sanguche que estaba comiendo
la gente
se quejaba 
tocaba la guitarra

¿tocaba la guitarra?

¿cómo pueden 
tocar la guitarra ahora?

cómo pueden
evitar pensar
en sus cuerpos cansados
y la laguna
en la laguna imponente
en lo ambiguo de una naturaleza arrolladora

estamos encerrados 
madriguera humana
caldeada por el vapor de la leña
sudor de nuestros cuerpos 
cansados

una chica 
se sentó en la mesada
a unos dos o tres metros

es hermosa

me la quedé mirando a la distancia 
un rato largo
tiempo
suspendido
mirando 
entre la gente
a la distancia 
absorto 
como en una sala de cine
un grupo de personas se reían
ella los miraba 
apoyada a contraluz
una luz blanca 
clara
esfumando el contorno de su cuerpo
sonreía con ellos

alguien la llamó 
desde el otro extremo del salón
recién ahí pude ver

un velo que se corre
transparente
imagen difusa 
se aclara
enfoque de una lente fotográfica
sobre la mesada en que la chica estaba apoyada

en medio de toda esa gente: una ventana

enmarcando la laguna 
pequeña polaroid 
instantánea en la vida real

una ventana

me viene a confirmar 
la inexistencia de absolutos 
pensé: perspectivas

¿la belleza 
que me había cautivado
era la chica
o siempre fue
la escena
ventana junto a la cual
se había detenido?

lo que se muestra y oculta
inmensidad que es
más inmensa en el recorte
se cuela por la ventana 
no resiste a ser 
ignorada
se asoma
no voy a ella
no
viene a mí

y yo me quedo
en la ambigüedad de este refugio atestado 
de gente cansada

una chica
que no volví a ver
sin saberlo me enseñó
el camino de vuelta a esa ventana y su laguna
a lo que vine a buscar
entre toda la gente



[El viento peina el agua apenas, genera olas tenues, una textura rugosa. En esas olas frágiles se refleja el sol - no se ve sino por medio de ese reflejo- . 
El cielo aparece en el ángulo superior derecho de la ventana que lo recorta. Celeste luminoso de mediodía. Unas nubes algo débiles, esfumadas lo atraviesan. Se parecen a las manchas de nieve. 
La montaña de fondo acentúa su color a medida que asciende hasta volverse casi negra.]


Nicolás Alonso, 2019.






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