Gorda y compacta
pegajosa
la niebla desfigura las
siluetas
corrompe las babas
las bocas infectadas de
blanca
el pan de sal casi violeta
en la esquina chorrea
asoma el musgo verdoso
en la subida de la loma
acechantes
los cerros parecen caerse
una profunda y oscura nada
dibujo de miedo y antojo
diminutos seres
luciérnagas
aguijonean las carnes
chupan la sangre
oscuras y húmedas las
ramas del chañar
dan contorno al corral
las vacas se remueven
rugen los ojos
sufrientes
pariendo su leche
llenas las ubres
amarillas de grasa
el jilguero no resquebraja
el silencio
tampoco el piquillín
asoma colores
la mica dará algún
destello en los bordes
Blanquita, Negra y
Chantillí
respiran su vaho
carnívoras
transfusionadas
La Chevy se agarra
se achancha se agranda
nave espacial amarilla
evade los tajos de agua
esquiva las piedras
el caño de escape
vocifera
cruza el puente
deja atrás el valle
desde el asiento de atrás
veo fuertes los brazos de
mi viejo
domador de aceleradores y
volantes
jinete de banquinas y
trompos
las mangas arremangadas
siempre en tres cuartos
me mira desde el espejito
retrovisor
me abraza
me duermo
La memoria no
tiene palabras
es un silencio
que
estalla
dentro
Ana Marin, 2020.
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