jueves, 3 de septiembre de 2020

Ariel se asoma a Ventana a la escritura

 






El reflejo del maniquí


Cuando el domingo pasado por la mañana me decidí finalmente a ordenar mi dormitorio nunca me imaginé que me embarcaría en un viaje de placer y redescubrimiento de mi propio ser, una suerte de revivir las pinceladas que en los últimos años me constituyeron en carne y pensamientos. Lo que encontré entre copiosos y desordenados libros de historia, artes y religión de todos los tamaños, que constituyen mi templo más preciado de la cultura universal, fueron unas pequeñas pinturas que sentía me gritaban para sacarlos a la luz, para mostrarme nuevamente alguien que en otro tiempo quise olvidar o peor aún sepultar para siempre. Fui prisionero entonces del hechizo de las pinceladas de cada una de las pinturas, que detuvieron mi objetivo primario de ordenar el cuarto y me introdujeron en un mundo de colores y figuras en el que curiosamente no me reconocía como el propio hacedor. Y pude ver cómo eran otros tus ojos en aquel entonces del proceso creativo, me dije a mí mismo con mirada incisiva sobre cada detalle pictórico que observaba, o más bien se lo dije a ese otro, al pintor, que no era precisamente yo, aunque las pinturas estaban firmadas con mi propio puño y letra. Ello me hizo recordar que con frecuencia me sorprendo de mis propios actos, pero al momento de producirlos no logro comprender lo que soy, lo que hice. Me digo entonces, no sé quién soy, no me reconozco más que como alguien que se construye todo el tiempo, a cada minuto, en cada acto, pero no logro reconocer que existo, sino recién cuando me veo al espejo, incluso después de tantos años. No sé quién soy, y quizás sea mi mente la culpable, que piensa que me destruyo, cuando en definitiva me veo en el pasado y comprendo que realmente me construyo.

A veces siento un latido inmenso de inexistencia, cuando de repente todo cambia, cuando alguien llama a mi puerta. A veces pienso que no existo ni siquiera en mi mente, cuando finalmente me avisaron que generé una impresión, mala o buena.

Soy un fantasma entre la multitud, y al final del día comprendo que existo sólo para aprender algo nuevo, que es lo que alguna vez hice, pero guardé en secreto, en el espejo.



Ariel Mastroleonardo, 2020. 

@arieldamianmastroleonardo

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