Canciones de la nostalgia
“Y ese toro enamorado de la luna. Que abandona por la noche la maná. Es pintado de amapola y aceituna y le puso cascabel el mayoral” así dice una canción tradicional española. “Doce cascabeles lleva mi caballo por la carretera y un par de claveles al pelo prendido lleva mí morena”. Sonidos del domingo, voces de mi niñez en el patio bajo la parra llena de uvas. Mi papá con el Winco poniendo un long play mientras tomaba un Cinzano con soda. Yo a su lado disfrutaba un rato de felicidad, respiro en una infancia difícil que luego sería una adolescencia complicada.
Esos momentos eran de música española, pasodobles, flamenco, mis castañuelas de madera listas para hacerse oír. Me las había mandado el abuelo Juan, al que nunca conocí, junto con la pandereta. Alguien me quería al otro lado del mundo, me tenía presente, lo demostraba con esos tesoros.
Cuando pude ir por primera vez a España, quería conocer Galicia. Entre otros tengo en mi recuerdo pasear a bordo de un barco en el mar de Finisterre, donde comí empanada gallega regada con vino de Ribeiro. Desde el mar se puede ver el atardecer más hermoso, allí según los antiguos se terminaba el mundo. Los Celtas creían que a ese lugar viajaban las almas rumbo al poniente. La mía llego a Coruña, está esperándome.
Sin saber exactamente dónde había vivido mi familia salí a buscar la casa del abuelo Juan, en la que nació mi padre. Tenía algunas referencias, provincia de La Coruña, municipio de Porto do Son, parroquia de Nebra, aldea de Calo. Creyendo estar cerca pare en un supermercado para preguntar por Nebra. Un lugareño me mostró la montaña que teníamos enfrente, allí en el medio se veía a lo lejos algo como una torre con una cruz, ese era el lugar, tenía su iglesia con unas treinta. Le consulté asombrada donde era Calo y el hombre señaló de nuevo la montaña, arriba de todo se veían unas pequeñas manchas blancas, eran las diez casas que forman la aldea donde hoy solo viven ancianos.
Subí ese camino sinuoso, pase por la parroquia, seguí hacia Calo, casi en la cima mire el paisaje. Estaba en un cerro lleno de pinos, monte tupido, con el mar abajo, pura belleza. En ese instante frente a la casa de piedra de mi abuelo, junto al horreo que construyó con sus hijos varones para guardar el grano, entendí la nostalgia (morriña) de mi papá en el patio mientras escuchaba estas canciones. Se parece a la que siento hoy cuando les cuento esto. La diferencia es que yo voy a volver por mi alma. Él nunca regresó.
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