Mi madre vive quejándose de la calle y diciendo que ella tiene la culpa de todo, que un hombre prospera o se viene abajo según el barrio en que vive. Mi padre la escucha en silencio, a veces apaga la radio para escuchar sus lamentos, calla y luego vuelve a encenderla.
A mí me gusta la calle. Vi otras pero no me gustaron. Me gusta esta que por ejemplo en los Carnavales se llena de alegría y de bulla. Entonces salen todos de sus casas, hasta el zapatero que es un comunista sale y todos ellos llenan los baldes y las cacerolas con agua y entramos cada uno en las casas de los demás con entera libertad como si fuera la propia. A los muchachos les gusta entonces empapar a las mujeres, aún a las de la fonda Buenaventura.
Héctor Tizón, A un costado de los rieles.
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