lunes, 26 de abril de 2021

Marta en Ventana a la escritura

 


Paseo furtivo por un lugar que fue


Barrio de la infancia. Están las casas de siempre, otras nuevas, algunas modificadas. Ya no está doña María detrás de la ventana mirando quien llega, a qué hora o quién es el galán de turno, nada se escapaba al ojo avizor, salvo lo que pasaba en su casa.

No esta Chicha, la modista de la esquina. Una italiana agradable, redonda, sonriente, relajada. Sentada en el patio le daba la teta a su varón más chico, mientras la casa se caía de mugre. Ella trabajaba sin descanso en la costura, su adorado Orlando se tomaba la vida con calma. 

La casa de Armando ya no existe. Era un dos ambientes como le dirían hoy, construido al fondo del lote, con una huerta surtida al frente. Otro italiano, callado, soltero, serio. A su modo mostraba cariño, puede que pena, por su vecinita a la que le traía chocolates Bonafide. Procuraba endulzarle la vida que tenía con un padre español ausente y una madre violenta.

Siguen estando las casas de los Canarios Vidala y Venancio, igual que la de los italianos del norte que vivían enfrente de ellos. La de María Luisa la curandera ya no existe, hoy es un complejo de dúplex. 

El barrio no es el mismo, tampoco los vecinos. Algunos somos más felices.  Puede que andar en bici todo el día, jugar a la mancha en la calle de tierra o a la escondida en el monte, como le decíamos a los baldíos de la esquina, haya marcado el deseo para vivir libremente buscando el mejor camino para llegar a nuestros sueños.


Marta Lojo, 2021.





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