en mi ciudad arbolada
no hay letreros, ni inscripción alguna
siquiera una onomatopeya que pronunciar
desde donde enunciar mi ciudad,
sí advertí una hilera de árboles, frondosa vegetación
espíritu burlón,
la ventisca repentina.
en mi ciudad de noche
todos adoran el tótem arbolado
el gran oso con cuernos de alce
es que algo hay en mi ciudad que vive mudando
como si cada cosa tomara alguna extraña forma,
libertad sensible.
en mi ciudad imagino luces
amarillas pero verdes
es el verde de la arboleda que predomina en las almas
será por eso que los nativos crecemos desmesurados,
enredados, dándonos forma a medida que avanza el tiempo, avezados jardineros.
tanto que una hilera de pinos amenazó por años invadir los rieles, comer terreno,
capturar la estación, borrar el mapa,
frondosos crecían a escala antinatural,
ya quisiera yo ser arboleda, habitar alturas, donde quema estar, donde no hay más que entreverarse.
en mi ciudad arbolada
abundan los ancianos y los pinos envejecen sin rendirse ante la ley de gravedad.
en mi ciudad de noche
los niños corren tras manojos de estrellas
que creen son globos
encendidos
y saludan al gran oso como a aquel viejo amigo
en quien confiar.
Soledad Gopar, en respuesta a #ventanaalaescritura
@ellahaciaelceleste
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