Que la vida no es película, me lo digo y lo repito mientras babeo mocos delante de la pantalla. Que no, que no hay chicas tan lindas al despertar ni tampoco ese hombre increíble cuando quedas varada en un pueblo fantasma. ¡Que no hay pueblos fantasmas! Que la vida no, no es eso, me lo digo porque quizás se me ocurra soñar que, en la próxima tormenta, un desconocido con auto caro, sensualmente empapado, toque mi puerta y abrace mis miedos. Y no. Que no. Que sigo llorando en 4K convencida que alguna vez suceda, que me tropiece con el abogado apuesto y se me caigan todos esos libros y sea flechazo a primera vista. ¡¡Pero no, no voy a la biblioteca!! O que el leñador más guapo del condado llegue en mi auxilio en medio de la carretera. Que no. ¡¡Que aquí no hay carreteras ni hay condados!!
Que la vida no es cuento, ni película, ni danzas animadas en HD, que el guionista de los finales felices vive en Disney, y la vida por acá es como desierto de amores y yo, solo una mujer más en esta ciudad devoradora de historias. Que no, que no hay chance. Pero sigo llorando, y aprieto las manos, casi como en señal de rezo, que, por favor suceda, que por favor me suceda. Que sí, que alguien encienda mi caja boba, me deje burlarme de los malos guiones.
Que no hay película en mis días, que no sucede, que no, que no hay al abrir la puerta un camino de pétalos hasta la tina con velas y espuma, mientras dos copas burbujean ¡¡que no!! ¡Que no tengo tina! que en las pelis nadie va al baño, ni se lava los dientes. Que soy morocha y las princesas son rubias de largos pelajes lacios, abultados, que comen y comen y no engordan, ni se preocupan por la celulitis. Que no me pasa, que no soy esa chica que, si la agarra la lluvia y llega empapada, justo el muchacho tiene ropa seca de su talle que le queda impecable y una botella del mejor tinto al lado del fogón y la alfombra blanca.
¿Por qué no soy Mary la doctora linda del pueblo, o la chica forastera codiciada, por qué mi vecino no es fitness y se desnuda en la ventana cada noche para espiarlo? ¿Por qué no tocan la puerta por una taza de azúcar, o por qué solo veo cucarachas en lugar de sapos príncipes?
Que la vida no es película, ni yo la heroína, ni la pobre sirvienta fregona que conquista al millonario magnate. Que no es, que no se parece. Que no, que ni el bien triunfa, ni se hace justicia y ni el amor prevalece. Que no hay confites, ni perdices, ni bodas con altares de flores en una playa mágica. Que la vida no es película sin tiempo, y envejezco, que diez años después, no son solo canas. Que hay arrugas y penas, manos cansadas que ya no soy aquella señorita jovial como en el capítulo XX de esta serie. Que en este guión también, me olvidan, me reemplazan, me putean y jamás regresan, aunque hayamos insistido en decirnos te amaré para siempre.
Que THE END llega con la muerte.
Que la vida no es película, que no. Que mi vida ni siquiera es una mísera temporada de novela de amor meloso
¿Qué pasa?
¿En qué crudo documental me ha tocado protagonizar?
¿Por qué cualquier coincidencia de las películas con la realidad, no coincide?
¿Porqué de las dos posibilidades, justo mi 50 por ciento cayó de este lado de la pantalla?
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