LA TIERRA PROMETIDA
Nombrar es reconocer que
existe, gracias y a pesar de mí.
Cuando tras mi frente genero una
sílaba, defino,
coloreo y cincelo,
tal como suena tras el abdomen.
Junto los labios para tallarlo, llenando la
entrada. Ahogar su grito, ese dolor tras las
costillas.
Mencionar es la primera maniobra.
Para ello, cubriré todas las articulaciones.
Los otros asentirán abriendo las
comisuras. Flotará el polvo, semilla
hundida.
Nuestro conflicto no posee
milicia.
Es ello,
conquistando mi volumen,
llenando mi sistema nervioso hasta las
yemas, hasta la cicatriz en el ombligo,
hasta la ropa.
Es ello ocupando los tejidos
grasos, el cerebro, el útero.
Nombrar es reconocer que
existe mi cuerpo como Tierra
Prometida, lleno de ríos y
alambre,
ceniza y leche.
El territorio se defiende a intervalos,
expulsando los cadáveres por las
cloacas. El único hogar que
conocemos.
Sobrevivir depende de aniquilar al enemigo.
María González.
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