Nacimiento
Lo vi sentado en nuestro banco, en la barranca del lado norte. El perfil, contra el cielo arrugado de nubes, me sorprendió. Hasta un rato antes, la ansiedad casi no me dejaba ver. Ahora, sin embargo, su imagen me daba la certeza de una epifanía. Algo había pasado. Parecía haber salido de un lugar de sombras y mirar con ojos limpios. Era eso. No eran sus ojos. Lo conocía tanto, que sabía que sus ojos eran otros aunque yo no pudiera verlos de cerca.
Sus ojos sonreían. De lejos se podía ver que sus ojos sonreían, que por fin había desmadejado el camino y que ahora sí iba a entrar en el sueño.
Las preguntas se desvanecieron en el momento en que supe que no era él el que había vuelto.
¿Qué podía decirle?
Los dos sabíamos que nuestros años habían sido una niebla espesa que nos iba borrando. Como acostarse en un césped perfecto y empezar a hundirse en el barro hasta desaparecer.
¿Qué podía preguntarle?
Algo o alguien lo había traído pero ya no estaba en mi camino.
No me acerqué. Cuando el sol apenas cubría la orilla de enfrente, me fui yendo. Su nacimiento no me pertenecía.
Elisabeth Fontana, 2022.
Arte: #SharaHughes
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