Los relojes de los muertos
Una noche fui a hacerle compañía al reloj.
Tenía un ruidoso tic tac después de la medianoche.
Como si estuviera asustado.
Es como silbar frente a un cementerio,
Le expliqué.
De cualquier manera, le dije, te comprendo.
Una vez existieron relojes como este
en todas las cocinas de los Estados Unidos.
Ahora las ventanas de las fábricas están todas rotas.
El anciano del turno nocturno está sobre el bote de Caronte.
El día que te detengas, le dije al reloj,
las pequeñas ruedas de reserva
se echarán a rodar
hacia resquicios de difícil acceso.
De tan sólo pensar en eso, me olvido de darle cuerda al reloj.
Nos levantamos en la oscuridad.
Que tranquila está la ciudad, digo.
Como los relojes de los muertos, mi esposa responde.
Abuela en la pared,
escucho la nieve de tu infancia
que empieza a caer.
Charles Simic.
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