Consigna 643:
Estaba echada yo en la tierra, enfrente,
la infinita granja del parque Cornwall,
que cubre las laderas de un cono formado
por los fragmentos de la escoria volcánica,
en la siempre bullente ciudad de Auckland.
Al frente pastoreaban unas vacas marrones
con manchas blancas alrededor de los ojos
sopló una brisa helada, mi cuerpo estremeció
era época de partos y ellas, robustas,
le hacían frente al extremo frío de julio.
Bajo las magnolias divisé a las ovejas reunidas
pensé en acercarme, pero los perros ladraron
protegían al ganado detrás de la cerca
manteniéndonos fuera de los bordes del prado
yo era una visitante, una extraña en su tierra.
Y estaba sola, sin amparo buscando mi destino
los rayos de sol colados entre las ramas eran pocos
me arropé con la capucha de la campera de corderito
que había comprado en el woolworths esa mañana
¿quedarme o volver a mi patria?
Otra vez me acostaba sobre la hierba tibia
un kererū bajaba del árbol para comer la fruta caída,
que estaba a mi alrededor, hasta la drupa,
era un ave de cabeza pequeña, plumas apretadas
de color verde morado brillante y pico rojo.
La quietud del aire se rompía con el ruidoso aleteo
entonces yo, que susurraba sin voz mi pregunta,
observé su lento ascenso en empinadas parabólicas
hasta que, desde lo más alto, el kererū cantó en maorí:
“Es tiempo de volver a casa”.
Gaia Orbe, 2022.
@nosotrosgaia
#ventanaalaescritura
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