Azucar, azúcar… ¿Por qué todos quieren azúcar? Le tapa el sabor. Silvina salió del living. El silencio de la no televisión le incomodaba. Dentro de la cocina, y con murmullos indistinguibles de fondo, se acercó al gabinete de encima de la pileta, donde guardaba el azúcar. Lo abrió. Un centenar de hormigas pequeñas la miraron fijo. Silvina dio un paso atrás. Las hormigas, asustadas, corrieron hacia todos lados, pintando la pared de un negro brillante. Una detrás de la otra se fueron hacia la parte trasera del gabinete, hasta desaparecer por las rendijas del mueble. Silvina recogió el frasco de azúcar. Vacío.
Y ahora, ¿qué hago? Puedo decir que estaba húmeda y vieja, acá no usamos azúcar. No, debería tener un paquete cerrado, de repuesto. Puedo mandar a Adolfo a comprar mientras me hago la boluda, eso podría funcionar… Si estuviera en casa. Mientras pensaba, enjuagaba el frasco, para así quitarle los insectos restantes que no se habían asustado con su llegada. La otra es decirles la verdad. Si, ¿qué tanto problema van a hacerse? En esta época del año y con la humedad de Buenos Aires no es algo raro. Se secó las manos y se volvió hacia el living. Salió de la cocina y miró de frente a sus invitados, sosteniendo el frasco vacío.
Juanpi Ortigosa, a partir de la lectura de un fragmento de "La hermana menor" de Mariana Enriquez.
Arte: #germanwendel
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