Para mi 80º aniversario
El año ochenta de mi vida está tan lejos
como la hora en que nací.
A la distancia se borran sus relojes,
pero esta noche abro la casa a mis amigos,
quiero que vengan todos
para que a mi lado lo celebren.
Sólo mis biógrafos pueden ser exactos
con lupas tenebrosas.
Y aunque su astucia mañana me corrija,
doblo mi edad sobre su horóscopo
y me anticipo al sol futuro.
Es lo mejor: los dioses son avaros,
no sé cuánto me quede.
En esta noche de pronto me envejezco,
tal vez sobre mis sienes no ha nevado,
soy de un país sin nieve.
La vida entre mis huesos rodó tanto
que no pesa,
la edad me hizo liviano,
me fui poblando de vacío
sin llegar a ser sabio,
—son pocos años mis ochenta.
Sólo las lupas de mis biógrafos
restituirán las cifras de los días
hasta fijar la cantidad de sombra
en sus cuadrantes de ceniza.
El año ochenta ya es un límite impreciso
en que me veo y no me veo,
se halla tan lejos de esta hora,
es tan incierto,
que aunque ningún amigo falte
tal vez yo entonces sea el ausente.
Pero alguien (puedo jurar que estoy mirándolo)
me hará memoria alzando alguna copa
a pesar del silencio, la soledad, la muerte.
Y en ese instante seré él,
y su creencia acerca de la vida
es mi creencia;
aunque no haya nacido todavía
y lo separen de mi casa
leguas de mar y polvaredas de camino,
sé que no faltará a mi aniversario,
lo he invitado a mi fiesta.
Eugenio Montejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario