Conversación a solas
—¿No sé qué quieres de mí? —, me digo.
En este último resquicio de la habitación,
no queda nada más que limpiar
o lanzar por la ventana;
el piso brilla
y todo dentro de ti se opaca,
como el viejo espejo sin marco dorado.
Las palabras ya se han ido,
ni qué decir del dolor de estómago,
y el chasquido urgente de los dedos
(música de fondo).
—¿De qué sirve el ser humano o el perro que no ladra
o atropellan fuera de esta oscura geometría? —.
Soy la pregunta y la respuesta escrita en la pared
del baño,
y todo se repite en nuestra conversación bajita,
cuando miro el techo falso, tan marrón,
con su cortina de finísimas polillas,
y nos digo:
—¿Dónde está la araña disecada con su corazón expuesto al sol? —.
Ana Vera Palomino.
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