Allí está. Sobre la mesa en una copa
de cristal. Fragante, nacarado. Un jazmín bálsamo, aterciopela de
blanco mi sala vacía.
Me atonta, aroma mis venas,
absuelve los pecados.
El largo pasillo. Mosaicos rojos y
amarillos, bordeado de margaritas es el salón de baile de las
abejas bajo el sol de diciembre del 62.
Diana, rubia y pálida con ojos
descoloridos. Yo, yo no tengo recuerdos de mí misma. Silenciosas.
Pequeños dedos en las flores, cazamos las abejas por las alas con
ilusión de miel.
Huelo a jazmín.
Gente que va y viene, barras de hielo.
La gallega de la casa de adelante,
manos en la cintura me pregunta:
-dime buli buli, que vais a pedirle a
los reis magos. Nunca supe el significado de buli buli.
María en el piletón. Pelo negro y
labios rojos canta “yo soy la morocha”.
Otro jazmín.
El parral regala uvas. Mamá se queja
de las moscas que atrae. Veo a María que lava y lava desde mi
zaguán.
Amarillo y negro, el vestido de mi
madre. Pizpireta, joven.
Pañuelito al cuello, mi padre ataja
el sudor de la noche aplastante frente a la parrilla.
El arbolito con sus luces. Villancicos
y pasos dobles con olor a espiral.
-¿Y Diana? Ella quería ver a Papá
Noel porque no lo conoce.
-ella es judía.
Miro a mi madre con ojos de pregunta.
Diana y las abejas. La gallega y
María. Papá Noel y mis padres por el largo pasillo del perfume.
Ese jazmín me devuelve, así de golpe, a la sala vacía de mi casa
de otoño.
Alicia Álvarez, 2014.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.
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Alicia Álvarez leyendo en el Club Cultural Matienzo |
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