“¡CORRAAN!”,
fue lo último que escuché cuando se acercaron a nosotros. Cientos
de ellos, tal vez miles, uno atrás del otro. Nos tenían
acorralados, mirásemos a donde mirásemos venían más, una horda
nunca antes vista.
De veinte pasamos
a ser diez, ahora solo cinco. Lo único que hacía era mirar hacia
adelante, esquivarlos, sin pensar en el resto. No podía, eran ellos
o yo, si trataba de ayudarlos me iba a convertir yo también.
Aunque a veces
eso tampoco era suficiente, me agarraban, me tiraban. De pura suerte
lograba escaparme de esas uñas arruinadas, que trataban de volverme
uno de ellos, un sin vida.
Y a veces pienso
que lo lograron. Quedé solo. Amigos, familia, todos se fueron, todos
cambiaron.
Ahora solo
recurro a escaparme, a no saber a dónde ir ni qué hacer, la
desesperación se apoderó de mí. Hay días en los que me atrapan,
pero nunca llegan a cambiarme, no los dejo. Al menos no todavía.
Juanpi Ortigosa
Para el Minuto de Terror de Siempre de Viaje.
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