La escalera
Abro
la heladera y la encuentro vacía. Camino hacia el balcón, me
apoyo en su baranda, y con el vértigo terrible de la caída alcanzo
a ver el piso lleno de comida y hormigas. Regreso, ahora estoy en
el pasillo del edificio, camino agitado buscando un ascensor que
nunca encuentro. Me acuerdo de la escalera, pero solo viene a mi
mente la imagen de una escalera de emergencia que no existe, y creo
que nunca vi una en mi vida, salvo en películas. Hago un esfuerzo
para encontrar la escalera central, no la encuentro, intento
traerla con mi mente pero nunca aparece. Vuelvo al departamento,
quiero volver a la cama, pero ahora no me animo a subir las
escaleras hacia el cuarto. Como el dormitorio balconea al living,
subo a un mueble y me cuelgo de las barandas para subir. No tengo
fuerzas, me da bronca, mucha bronca. Estoy colgado, agitado,
paralizado, parce que pasaron horas hasta que caigo en un chiquero
de comida y hormigas. Grito desesperadamente, pero nadie me
escucha. Y me digo que nunca nadie me va a escuchar porque vivo
solo. Siento el cosquilleo del caminar de las hormigas sobre mi
cuerpo, sé que me van a comer y que esa muerte va a ser lenta. Al
mismo tiempo yo me iré comiendo la comida que me rodea.
Sebastián
Arredondo, 2015.
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