La pequeña Hiroki
La
pequeña Hiroki está intranquila.
Sin
hallar consuelo, camina entre las plantas del jardín y contempla a
los peces del lago, recuerda y olvida sus colores de manera
antojadiza. Cuenta, por las noches, las estrellas del firmamento.
Las
otras niñas de la aldea siempre juegan con ella, y son buenas. El
problema es que las ha escuchado referir mil sueños, pero ella nunca
puede soñar, sólo duerme en un descanso vacío.
Cierto
día la brisa de la mañana trae a una mariposa. Hiroki la mira y
descubre que no hay colores en sus alas, que a través de ellas puede
ver lo que hay del otro lado. La mariposa se acerca, revolotea
primero frente a sus ojos, luego frente a cada una de sus orejas; al
fin, suelta palabras que viajan seguras: vos
no podés soñar pequeña Hiroki, vos sos el sueño.
La
verdad cae como un rayo y la pequeña, por un segundo, sabe quién
es. Se trata de un instante de conciencia antes de transformarse en
aire, antes de dejar el mundo de los sueños para mezclarse con las
plantas del jardín, con los peces del lago, con las estrellas del
firmamento. Antes de formar parte de todo.
Las
otras niñas nunca sabrán la historia de Hiroki. Pero van a
extrañarla mucho cuando llegue la noche, cuando la aldea descanse y
todo se convierta en sueños.
José Lupia, 2015.
Producido en los talleres de Siempre de Viaje.
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