viernes, 25 de septiembre de 2015

El lenguaje mudo - Gabriela Aristegui



El lenguaje mudo que creábamos, nos hacía cercanos y distantes al mismo tiempo.
Lo miraba con ingenuidad, con desvelos y fragmentos. La carne vivía antojada. Morir en su sexo me cocinaba, siempre a fuego lento, muy lento.
Entre él y yo existía ese lenguaje sucio, manchábamos con impureza todo pudor.
Incrédulamente nos tornábamos imposibles el uno para el otro, fagocitarse así era un tormento.
Este lenguaje propio de dos cuerpos, era para ambos silencios nuevos. Soportábamos la distancia, las ansias, los desvelos, esta era la creación de un consuelo, (quizás no tan verdadero). Fuimos bálsamo, quitapenas, aplacamiento.
No se trataba ni de él ni de mí, sino del efecto entre ambos, algo difuso, que yo misma no podía captar, esa era mi búsqueda, absorber lo que probablemente no se podría tomar. No había consistencia entre nosotros, eran destellos, fulgor, deseo.
El cuerpo del otro siempre nos es ajeno y yo lo tomaba por momentos, retazos de un cuerpo, y en esa extrañeza se encontraba mi anhelo. El sabía ausentarse para provocar todo esto, este era su arte y, ¿el mió?, el mío lo escribía, lo vivía.
Solo sé que me brindaba poesía, letras y latidos. Pulsiones obscenas. Caía en una interioridad abrumadora, en esos instantes de alevosía plena.
Lo nuestro simplemente sucedía.

Nunca pude arrancarle palabras, el enmudecía. Lo mió no era afonía, sencillamente mi yo se entorpecía, es por esto mismo que solo sentía, simplemente sentía, su aliento, sus manos, su boca, su enloquecido soplo de vida.


Gabriela Aristegui, 2014.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.


Issei Suda

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