Esa
mañana sintió los jazmines trepar desde sus pies y florecer en su
nariz, ocupándola por completo hasta pincharle los ojos. Primavera
otra vez.
La
noche llega más tarde, los pájaros cantan temprano, la lluvia se
vuelve breve pero intensa. Disfrutar del aire libre, el peor de los
mandatos que nuevamente no va a cumplir.
Empieza
noviembre y el olor repugnante a flores le recuerda que es su
cumpleaños. Un nuevo cumpleaños. Otro más. Parece que el tiempo
pasara más rápido mientras ella no crece, envejece. Mira el celular
por inercia, para que le diga lo que ya sabe no
tiene mensajes nuevos.
Sale
a trabajar. Su piel está demasiado blanca para tolerar el calor del
sol. Mientras espera el colectivo en su demora, ruega que las
vidrieras no adelanten los artículos navideños imponiendole un
espíritu que no tiene.
Al
caer la tarde cuando vuelve a su casa, atraviesa el patio observando
de cerca las plantas. Se quita la ropa sudada.Todavía
no oscurece. Por el contrario, aún se posa la suavidad del atardecer
con su silencio, tan alejado del ruido y bullicio que queda afuera.
Deja
su bolso sobre la mesa, y va al cuarto a cambiarse de ropa. Se
detiene a tomar un vaso de agua mientras mira sus paredes blancas con
algunos manchones oscuros de humedad. La casa está intacta. Ella no
quiso pintar nada para que cuando él vuelva no se sienta extraño.
¿Cómo saber que colores le gustan ahora? No quiere que la casa
pierda el equilibrio ni se vea femenina.
Es
noviembre. Otra vez. Noviembre y el olor impregnante a jazmines le
recuerdan todo lo que no tiene. Solo le resta esperar que noviembre
pase rápido. No pinta las paredes de su casa y tampoco guarda
ninguna flor.
Mariana Avendaño, 2015.
1 comentario:
Concha de tu madre.
Me gustó mucho. Qué frío...Manso mini cuento
Publicar un comentario