El sol atraviesa los espesos cortinados
del lujo imponente, la torre en que me siento
mi vista se perturba en la pantalla cegada
y no puedo sino ver lo que se va descorriendo
en el camino del horizonte
añosas perforaciones en el sitio dedicado
enroscados peñascos sin verdín.
Algunos pueden (yo le temo al mar)
bordear costas sin fin dosificar sus esfuerzos paladear la llegada
brujulean hacia un remanso
las estrellas marcan a fuego el sino.
Sentado trato de ver si veo
floto en una mecedora sin apoyo fijo
un contoneo me humedece.
El sol deja su lugar a la luz.
Y en la recta al faro
hallo por fin
un punto de sustentación
un punto, apenas.
(en Costa Galana en 2008)
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