El
linaje de los Báthory es algo confuso para la gente de hoy en día.
La más conocida es Erzebeth, la “condesa sangrienta”, pero no
por eso la más importante. Toda su familia estaba consumida por la
locura debido a la tendencia a emparejarse y tener relaciones con sus
propios familiares. Aunque hubo alguien que todos pensaron se había
salvado de esta maldición. El hermano de la condesa, el conde
Adrienn Báthory.
Era
veinte años menor que su hermana y no compartían padre. La madre de
la condesa tuvo una aventura con su sobrino, Gábor, y de ahí nació
el joven. Despreciado por el esposo de la mujer que lo dio a luz fue
enviado lejos del castillo, a criarse en Eslovaquia.
Durante
estos años este joven vivió en soledad en su pueblo. Educado por
gente de bajo nivel y con el único objetivo de ser un consejero para
su hermana. Pero, a pesar de esto, nunca se quejó. Vivió como
alguien normal, aceptando lo que su familia quería para él.
Para
su cumpleaños número dieciséis la condesa decidió visitarlo. Era
la primera vez que un familiar suyo iba a verlo. Emocionado por
conocerla, se vistió con su mejor atuendo y la esperó con un
banquete de bienvenida, como si la del cumpleaños fuera ella y no
él.
Cuando
llegó Erzebeth a la casa, el conde se llevó una sorpresa al ver que
ella no era la mujer extravagante y hermosa. Tenía un largo vestido
blanco y su piel era pálida, casi del mismo color que su ropa. A
Adrienn no pareció importarle mucho de todas formas.
Luego
de la extravagante cena, la condesa llamó a su sirvienta y, con el
cuchillo que había usado para cenar, le atravesó el pecho,
dejándola desangrarse hasta no poder respirar más y ahí, retirando
el cuchillo y volviéndoselo a clavar, la terminó de asesinar. El
joven no podía creer lo que había visto, todas las leyendas sobre
su familia eran verdad.
―Entonces,
¿Sólo matás a las sirvientas cuando se te da la gana? ―Le
preguntó.
―No
las mato porque yo quiera, ellas lo desean, ellas me piden que las
mate. Como esta joven señorita, luego de clavarle el cuchillo siguió
viva, pero con un sufrimiento que sólo la muerte quitaría, por eso
la maté recién, ella me lo pidió. ―Le respondió, sonriendo como
si no hubiera hecho nada malo.
Al
principio fue demasiado raro, pero a medida que la conversación
siguió y la condesa le fue explicando torturas que le resultaron
fascinantes. La virgen de hierro, la jaula mortal, entre otros, eran
métodos que nunca había escuchado mencionar y le parecían algo que
tenía que utilizar.
Enojado
por lo que le habían ocultado durante toda su vida decidió invitar
a sus padres a cenar, que por primera vez en quince años verían a
su hijo.
Cuando
llegaron, en la puerta de la casa estaban esperándolos unas
sirvientas de la condesa, que apenas los vieron corrieron hacia ellos
y los encerraron en jaulas. Al rato llegó Adrienn y, al verlos
cautivos, se dio cuenta de que ni eran capaces de reconocerlo, esa
gente no era su familia.
Entonces
los llevó por parejas, a su padre y su esposa y a su madre y su
esposo a una tortura distinta. A su lado paterno los encerraron en
una virgen de hierro, y al materno lo colgaron y quemaron vivos hasta
que no quedó piel en su cuerpo.
Cuenta
la historia que, después de esto, enterraron a los cuatro cuerpos en
el jardín del conde. Y luego él y la condesa se fueron para el
castillo de Erzebeth. Encantado por su gusto en mujeres ambos
disfrutaban con placer de las jóvenes que ella torturaba, para luego
juntos verlas morir de maneras distintas cada día y, al terminar la
noche, dormir juntos. Viviendo felices, durante muchos años.
Juanpi Ortigosa, 2016.
Texto producido a partir de la lectura de La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik.
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