El cartel, clavado en el tallo de una margarita medio seca, anunciaba con grandes letras:
HOY FIESTA GLITTER
José el caracol se llenó de emoción. Era nuevo en el bosque, nunca había asistido a una fiesta y ésta parecía ser LA oportunidad para conocer e integrarse un poco con sus vecinos.
Emocionado de deslizó lentamente hacia su cueva, quería arreglarse para estar a la altura de la ocasión y sabía que todo le llevaba mucho tiempo. Con esmero pasó la tarde limpiando su caparazón y practicando frente al espejo cómo mantener sus cuernos-ojos abiertos, ya que era común que cualquier sobresalto se los cerrara y sabía que esa noche estaría llena de sorpresas. Cuando estuvo listo, se encaminó velozmente lento hacia la fiesta.
Para cuando llegó era uno de los últimos de la fila y ya solo estar allí con los otros lo llenaba de entusiasmo. Escuchaba a través del vallado de bambú la música diciendo exprésate, brilla o te llevare allí y se imaginaba bailando entre luciérnagas y ciempiés tornasolados, sin poder controlar a sus cuernos-ojos que se meneaban involuntarios. Mientras esperaba, en la cola todos hablaban de “las divas de la fiesta” unas crisálidas listas para volverse mariposas en el momento cúlmine de la noche y su corazón latía con más fuerza, nunca había visto un nacimiento de esos.
En la puerta, un escarabajo rinoceronte lo frenó en seco mostrando su afilado cuerno.
-Alto, no puede pasar.
-¿Cómo? ¿Pero… por qué?
-Derecho de admisión, todos deben brillar.
José giro sus cuernos ojos hacia sí mismo, su caparazón pese a la limpieza profunda seguía siendo de
un marrón opaco y su piel, gris, blanda, tampoco centelleaba.
-Pero… pero…
-Lo siento, son las condiciones del evento. Muéstreme algo que brille y yo lo dejo pasar.
El caracol meditó un largo rato, hasta que finalmente sonrió. Tenía la solución.
Comenzó a dibujar en el piso con su rastro una carita sonriente, orgulloso mostró su obra al escarabajo. Éste sacudió la cabeza desaprobándolo con desagrado.
-Eso no es para nada brillo. Eso es baba.
La fila estalló de risa, avergonzado José también rió, cuando en realidad lo que quería era callarlos a todos de un grito y salir corriendo. Pero su condición se lo impedía, así que en silencio, se marchó bajo la mirada burlona de todos, de vuelta a su cueva.
Pensó en colarse por algún pastizal, pero sabía que para cuando llegase todo habría terminado y no quería resignarse. Decidió trepar a un helecho eléctrico para al menos poder ver a las crisálidas transformarse, cuando estuvo arriba apenas divisaba algunas luces y colores pero era imposible distinguir mucho más. Agotado resolvió no volver a casa sino dormir allí, a la intemperie, al menos arrullado por la música. Lo último que escuchó antes de quedarse dormido fue esa frase.
Te llevare allí…
Esa noche José el caracol soñó con un arrecife de coral. El sol fragmentado en diminutas partículas entraba en el agua bañando todo el lugar con una luz nacarada y los colores vibrantes se posaban en cada rincón del cayo.
Vio a las anémonas de un rojo furioso danzar en cámara lenta con la corriente, sintió a los peces apenas besarlo con sus aletas, curiosos, refulgentes. Una tortuga marina se detuvo a su lado, mirándolo pacífica, sonriéndole con esa boca grande y sin dientes, como diciendo vos estás invitado. Los corales, entre amarillos y turquesas, se erguían irregulares hacia la superficie, cobijando a todos sus brillantes moradores. Se vio a sí mismo ya no caracol sino caracola. Su caparazón, ahora concha marina, era de un rosado perla exquisito, y su cuerpo, blanco, suave y traslucido se ondeaba grácil con cada ola que entraba y salía cadenciosa del arrecife. Esa fue su última sensación, su cuerpo glitter, danzando en una fiesta coral, al compás de la mejor música, la del mar.
Alegría fue la última sensación de José esa noche, que en un descuido, se quedó peligrosamente dormido sobre el helecho eléctrico, bajo la mirada acechante de un búho manchado del norte.
Sol Orozco, 2016.
Producido en los talleres de Siempre de Viaje para Fiesta Glitter.
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