Se dice que la poesía está destinada a hablar de detalles, pequeños sentimientos y mostrarlos como enormes.
Les otorga un lugar privilegiado, que de otro modo pasarían casi desapercibidos.
La vida está hecha de cosas chicas, en cada hora, cada minuto, suceden eventos que hacen de ese momento único, irrepetible.
Como hormigas cumplen una función fundamental en nuestros laberintos.
El amor abunda en los escritos, la soledad también y no son temas mínimos.
Son grandes y eternos inspiradores de generaciones de poetas, transformadores de vidas.
La poesía exige:
derretirse con la tinta
abrir los ojos estrechos
escribir con las tripas
sin apuro
como si esta vida
fuera eterna.
Un poema
son palabras desnudas
con los brazos en alto
terrible amenaza
de una caricia al corazón.
Son como faroles que iluminan las tinieblas de remotas esquinas, esas penumbras que favorecen tanto la violencia como el amor furtivo.
Queridos lectores, tengan sumo cuidado con los poetas, con sus auras diabólicas.
No permitan que los influyan con su ilogicidad, con sus miedos y desesperanzas.
Pretenden arrastrarte hacia su propio lodazal y hundirte en pantanos mugrientos.
Sin que te des cuenta tatuamos los poemas en tu cuerpo y no se borran ni con láser.
Te atrapamos en espacios nuevos, del otro lado del espejo.
Nuestros universos mágicos invaden los tuyos y pueden llevarte a la locura de pasiones
locuras arcaicas
memorias inconformistas.
El objetivo es que olvides quizás lo único verdadero:
respiramos y dejamos de respirar.
Todos hemos hecho un pacto con el diablo, aunque nos escudemos en aires de inspiración celestial.
Lectores, tengan cuidado con la poesía...
Marcelo Trumper, 2015.
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