Siempre de Viaje - Taller de escritura y lectura, edición de libros-objeto y pliegos artesanales, lecturas de poesía, producción de eventos culturales.
lunes, 24 de abril de 2017
El pianista y yo * Belén Coluccio
El Pianista y yo vamos a un concierto de un pianista viejo.
Entramos en la oscuridad de la sala,
en el último asiento del teatro inmenso
El pianista viejo entra al escenario y camina con prisa hacia el piano
le presenta sus dos manos largas
sus dos manos livianas
esperar el tiempo de una aprpbación
y exhala un, dos, ya
deja que las dos manos caigan , pesadas
a palmotear las teclas
a flamear sobre las teclas
a palmotear las teclas
cree que el piano es un tambor
para golpear bruto y certero
y se ríe, se ríe del juego
del teatro
de la seriedad del público
se ríe con el piano, que también se ríe
por momentos le mete la mano adentro para hacerle cosquillas
para manosearle las entrañas
sin vergüenza ni daño
se monta sobre el piano
una pierna a cada lado de la cola
y sale, jinete, a explorar el campo público
el oscuro campo de butacas rojas y
cabecitas recortadas por la luz del escenario.
El pianista el viejo hace con el piano lo que quiere.
Hace música.
Hace algo que no es música , pero ¿cómo se llama?
El pianista viejo, el pastor a caballo
mueve todo el público como un sembrado
mueve todo junto
y a la vez mueve hierba por hierba
las cabecitas
con pequeños movimiento
que la música ondula
cada cabecita con su swing particular
todo el campo junto
lo mueve la risa de
el pianista el viejo
que carcajea si sus manos rozan el piano
le hace cosquillas
le dice cosas, lo halaga, lo bastardea
es un pastor desordenado
que dispersa el rebaño
toma alcohol
y dispersa el rebaño, hace girar en su sitio a las ovejas
perdidas, embriagadas de música
el pianista el viejo
es un lobo que se come las ovejas
le saca las tripas y nos las muestra
se ríe
tierno y cínico
nos muestra el piano desecho
las teclas sangrantes
nos muestra los dientes blancos y rojos
palmotea
palmotea
el cuero vivo
del vientre del piano
e inventa un ritmo para bailar como los negros
como los locos
como los animales
como el campo que se mueve con cualquier viento.
El pianista el viejo
toma el piano y lo saca a bailar
lo hace girar rápido lo marea y le extirpa una a una todas las teclas, todas las partes, todas las cuerdas y los martillitos
El pianista el viejo el pastor lo junta rápido lo lleva al corral que arma
entre sus manos que protegen las teclas
niñas, terneras
las mira con dulzura
y con hambre
las cubre con su baba
se ríe
exagera la risa
es un juego
tierno y cínico
es música
es la fiesta prohibida
es un baile de hombres y animales
mira el campo y lo ve moverse todo junto y cada hierba en particular
y lo hace girar
saca a bailar al público lo revolea
lo destartala
desordena los números de las butacas
desarma las parejas, las familias, los amigos
las libretas donde los críticos anotan sus palabras
con su música
desclasifica el teatro, sus secciones y los precios de las entradas
el pianista el viejo el hechicero
desarma todo lo preestablecido
desnuda todo lo mentiroso
con su risa
tira la cabeza hacia atrás se contornea
y nos muestra sus dientes
sus teclas blancas
de la boca
las hace sonar
en la melodía gutural del
caos
deja caer su cuerpo entero, pesado
sobre la teclas
que ante el impacto se ondulan olean
suben y bajan
pasan de atrás hacia adelante
desordena el piano y lo sigue tocando
transpira pero no tambalea
lo desparrama
desparpaja las teclas como el pasto cortado
como la arena
las vuelve a juntar
la hace un ramo
las estira
las elige las ordena deja algunas afuera
las que no le gustan
palmotea palmotea
las perdona
las vuelve a elegir
se rie se rie con baba
empapa el teclado de baba y sudor
lo limpia con la manga, con la nalga
sigue sigue tocando
lo escurre lo deja secar lo vuelve a tocar
toca
toca lo toca toquetea lo que toca
y
traga,
traga
exhala
y todos tragan a su vez
al final del concierto
toma el piano con ambos brazos
dobla el piano en dos
en cuatro
en seis en ocho
hasta guardárselo en el bolsillo
y se va
recibe el aplauso
dejando una estela blanca de baba
que todavía baila un minuto más.
Cabecitas empiezan a abandonar la sala todavía ondulando.
Te escucho pianista (el joven) con tu respiración emocionada
tu sudor
yo escucho,
vos te transfigurás.
La música nos hace más humanos
Belén Coluccio, 2017.
Texto producido en los Talleres de Siempre de viaje.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario