La primera y última vez que mi papá fue a una reunión de padres, yo estaba en la primaria.
Mi escuela se llamaba Arco Iris y era muy progre. Izabamos la bandera con “Inconsciente colectivo” o “El jardín de la libertad”.
Yo era la única hija de un padre que admitía haber votado a Menem. La única no-hija de psicólogos, o divorciados, o judíos. La única no descendiente de lectores,arquitectos o artistas.
Mi familia no era ensamblada: Mis viejos eran panaderos. Tenían una confitería grande, al lado del cine Gaumont, frente a Plaza Congreso. Y seis sucursales.
Vivíamos en Balvanera, pero insólitamente yo iba a la primaria en Barrio Norte. Ese era uno de los motivos que mi papá tenía para decir que Arco Iris era “progre en la teoría”. Un poco de razón tenía: la cuota de popular no tenía nada.
Cuando salía el tema de lo inusual que era la escuela, de las actividades y los estímulos que nos proponían él decía “Quedate tranquilo que te lo cobran” y mi mamá “Sí Jorge pero yo amo arco iris, ¿vos no?”. Claro que él no. Jamás soltaría un “amo” con tanta liviandad. Desde chica, cuando se juntaban con su mejor amigo me divertía preguntándole “Pá, ¿Vos a Ricky lo amás?”.
Siempre sentí esa diferencia entre mis compañeros y yo. Pero no me acomplejaba sino que creo que me enriquecía. Cuando me quedaba a dormir en lo de mis amigas disfrutaba mucho de charlar con los adultos. Les preguntaba de todo: de música, de arte, de historia, de sus vidas. Ellos también supongo que disfrutaban, porque yo era medio Mafalda y sus hijos estaban ya empachados de tanto psicopedagogo. Me fascinaba hablar con gente tan culta. Una vez mi mamá me fue a buscar a lo de una amiga y bajé a la puerta con Abel, su papá. Claro, mi vieja dijo “¿Y, cómo se portó? ¿Cómo la pasaste?” a lo que yo respondí “Cuando sea grande quiero ser judía y comunista”.
Por el año 99 hubo un apagón groso en la ciudad. Me acuerdo de mis viejos nerviosos porque los negocios estaban cerrados. Era una tragedia, todo tensión. Así, aprendí qué era un grupo electrógeno. Me gustaba escuchar lo que hablaban los grandes para después tocar de oído. “Imaginate el desperdicio de mercadería, no podés prender una heladera, y el alquiler hay que pagarlo igual”, le contaba yo a los nueve años a Mariel, la secretaria del colegio.
Alguna razón absolutamente excepcional, hizo que mi mamá lo mandara a Jorge a una reunión de padres. Por primera vez en su vida.
Él obedeció el mandato, claro. Venía de salir en Crónica T.V. puteando a Edenor junto con otros comerciantes.
Cuenta que cuando llegó, preguntó a los padres que esperaban ahí por qué motivo era la reunión y si sabían si iba a durar mucho. “No leíste el cuaderno de comunicaciones, Jorge?”, le respondió Mónica, la mamá de Joaquín a la que mi papá no recordaba haber visto en su vida “La verdad que no, de esas cosas se ocupa mi señora”. Imagino lo mal que le habrá caído esa respuesta. Pero a mi papá le había chupado un huevo e insistió “Será rápido?”. Visiblemente molesta y sin mirarlo ella le respondió “Es por un tema de convivencia en el grupo”.
El aula donde los hicieron pasar estaba ya preparada: todas las sillas en ronda y un pizarrón con dos nombres: LUCIO Y GIGI (Gigi soy yo, Lucio mi mejor amigo). “Qué hizo, la puta madre, tengo para rato”, pensó. Y se sentó en la ronda, resignado, con un sobre papel madera en la mano repleto de números de reclamo por falta de servicio.
Durante más de una hora y media mi papá escuchó calladito una exposición sobre la dinámica de las relaciones entre los chicos de mi grado. El pizarrón lo usaron el director y la maestra de la escuela para explicar con un cuadro sinóptico los diferentes grupitos que había y cómo esto afectaba en algunos chicos. Mi nombre y el de Lucio estaban ahí porque nosotros éramos los “LÍDERES/REFERENTES”.
Como realmente estaba muy apurado, quiso interrumpirlos para preguntar a dónde querían llegar con todo esto pero el director no le dio la palabra y le explicó que la ronda era justamente para eso. Cuando terminaron de exponer, cada padre iba a tener la oportunidad de decir “lo que siente”, pero respetando el orden de la ronda. Jorge era el último.
Así fue como siguió escuchando que nosotros influenciamos al resto, los posibles motivos por los cuales nos destacábamos y cosas que habían pasado en el último campamento.
Después arrancó la ronda en donde algunos de los padres dijeron que sus hijos se sentían mal porque Lucho y yo no les dábamos bola, que consideraban que éramos crueles y manipuladores. Otros padres dijeron que yo eran un encanto y Lucio tenía problemas de comportamiento. Otros hablaron de que sus hijos varones querían parecerse a Lucio en todo, y que se habían sentido devastados porque él no había invitado a todos los nenes a su cumpleaños. O de cómo en sus propias infancias habían conocido “otras gigis, otros lucios” que los habían marcado significativamente.
Nancy, mi maestra, tomaba nota y mi papá (Al borde del derrame cerebral) pensaba “Que carajo anotará...”.
Llegó su turno y sé que fue la más políticamente correcto porque sabía que “su visión/ lo que sentía” iba a llegar a oídos de mi vieja. Mario el director, como había hecho con todos, le preguntó “Contanos Jorge, a vos que te pasa con esto”. Estuvo tentado de recontra cagarse de risa pero dijo “Miren, con todo respeto, la verdad la verdad la verdad me parece una tan pelotuda esta reunión. Sin ofenderlos, no?. ¿No laburan ustedes? Ay... a mi hijo le dicen Paquito, dejate de joder hermano, tienen nueve años! No sé si saben que nosotros tenemos siete confiterias, en cinco no tengo luz. No tengo plata para poner cinco grupos electrógenos y venir acá a esta para esta forrada… por favor, nunca fueron al colegio ustedes? Mi piba será la líder porque es viva, y no es que lo diga yo: engatusa hasta a mi abogado que es un zorro viejo… déjense de joder, por que no nos ponemos todos a llorar todos porque a un nenito le escondieron la campera en un campamento? Por favor, a mi con estas boludeces no. Y Luchito, el otro día vino a casa y me ganó al truco, son pibes rápidos,pero hacer una reunión por esto, yo tengo mil quilombos… ya estamos terminando o todavía falta que nos cuenten de qué hablan en el recreo? Me sangran los oídos de escuchar tantas pavadas. Con todo respeto, eh”.
Volvió de Barrio Norte a Plaza Congreso manejando su Renault nueve y anonadado por lo que acababa de vivir. Se reía solo recordando que algunos de los padres habían lagrimeado y no veía la hora de decirle a mi mamá que en un momento dudó que fuera una cámara oculta.
Esta reunión de padres progre con mi papá es uno de los Hits de las sobremesas de mi familia gallega y de las reuniones de amigos de mis viejos. Mi vieja llora de risa imaginándolo levantando la mano para tener la palabra. Ella sigue amando Arco Iris y él divirtiéndose contándole a sus amigos de esta “cosa insólita que una cosa es que te lo cuente y otra verlos, gente grande llorando porque la gigi es amiguita de tal y lucio gusta de una” .
Hoy, cuando se juntan los muchachos a jugar a las cartas no sólo les pregunto si se aman:
“Ricky, cuando eran chicos, mi papá era LÍDER BARRA REFERENTE?”.
Giselle Bouso, 2017.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.
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