Tenía
que escribir una poesía fantástica pero en cambio, me escribió a
mí. Cuando empecé no había palabras, sólo dedos que tecleaban
dobles y me escribían el pelo, la cara, las cicatrices, los poros
abiertos.
¿Me
escribían a mí o escribían una poesía fantástica? Era lo mismo,
porque éramos los dedos, el pelo, las cicatrices, los poros.
Yo era
yo en la poesía que se escribía en la pared, en el placard, en las
cortinas y en todas las cosas que me rodeaban el instante más crudo,
de la soledad de la escritura.
Yo era en la poesía, yo soy en la poesía, o no soy cuando intento
escribir con tanta obsesión, que la poesía me escribe.
Le
veía crecer mi pelo entre el interlineado, asomar mis cicatrices en
los huecos de la letra C, abrirme los poros en las O. Fuimos un solo
amasijo de palabras, pelos, y piel, un engendro de cuerpo poético, y
duró lo que dura, un minuto fantástico.
Sofía Brunetto, 2017.
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