jueves, 14 de febrero de 2019

El rapto * Roland Barthes



El episodio hipnótico, se dice, es ordinariamente precedido de un estado crepuscular: el sujeto está de algún modo vacío, disponible, ofrecido sin saberlo al rapto que lo va a sorprender. De la misma manera Werther nos describe por extenso la vida insignificante que lleva en Wahlheim antes de encontrar a Carlota: nada de mundanidad, de ocio, sólo la lectura de Homero, una suerte de acunamiento cotidiano un poco vacío, prosaico (se hace cocer guisantes). Esta “maravillosa serenidad” no es más que una espera –un deseo–: no caigo nunca enamorado, si no lo he deseado; la vacancia que he creado en mí (y de la que como Werther, inocentemente, me enorgullezco) no es otra cosa que ese tiempo, mas o menos largo, en que busco con los ojos, en torno mío sin que lo parezca, a quien amar. Ciertamente que al amor le hace falta un desencadenante, como el rapto animal; el señuelo es ocasional, pero la estructura es profunda, regular, como es estacional el acoplamiento. Sin embargo el miro del “flechazo” es tan fuerte (cae sobre mí sin que me lo espere, sin que lo quiera, sin que tome en ello la menor parte), que uno se queda estupefacto al oír que alguien decide caer enamorado: como Amador viendo a Florinda en la corte del gobernador de Cataluña: Después de haberla mirado largo tiempo resuelve amarla”. ¿Cómo, voy a decidir si debo volverme loco (el amor sería esta locura que yo quiero)?



Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso
Taller de deseo en Siempre de Viaje.



Gian Lorenzo Bernini

No hay comentarios: