viernes, 21 de junio de 2019

El cuento de la muñeca * Cami




Todo empezó el 18 de febrero del año 2000. Mi hija, llamada Andy, había cumplido cinco años. Le habíamos comprado una muñeca y la llamó Kate. Desde ese momento nunca se separó de ella. Después tuvo dolores de cabeza y panza. Fuimos al doctor y nos dijjo que estaba completamente en buena salud y que probablemente lo estaba fingiendo para no ir a algún lugar. Pero ella no era así. Siguió teniéndolos. Le dimos aspirinetas pero solo la tranquilizó por algunos días.
En su cumple de diez le regalamos una casa de muñecas y estaba muy agradecida. Cuando intentó poner a Kate allí, le comenzó a dar una terrible jaqueca. Estuvo en cama por algunos días enferma. No pudo disfrutar de su cumpleaños.
A la otra mañana tenía fuertes calambres de pierna y se quedó otra vez en la cama.
El primer día de escuela no se podía levantar. Le agarré la mano y me ayudó su papá pero nada funcionó. Se quedó así como una semana. No podíamos seguir así. Fuimos al doctor de vuelta:
-Es solo un calambre -dijo como si nada-Con una cápsula de ibuprofeno por día estará perfecta y podrá ir al colegio.- No fue así, ella no estaba bien.
Hicimos lo que el doctor recetó, pero no funcionó. Entonces consultamos con un experto. Nos dijo que básicamente tenía las piernas duras y lento crecimiento del cuerpo. Nos preguntó sobre sus antepasados. A ninguna le había pasado nada parecido. Un día se sentía bien, otro mal y otro peor.
Faltó a la escuela demasiado. A la noche, cuando le estaba por servir la cena en la cama, intenté acariciar su mejilla aunque estaba dura y no la sentía. Intenté todo: crema, espuma para la cara… Hasta intenté pegarle porque quizás abajo estaba su piel. Pero no funcionó, nada funcionó.
Otra semana noté que estaba mucho más baja. Ella tenía una buena alimentación así que era imposible que se esté desnutriendo. Me acurruqué al lado de ella y agarré su mano pero no era su mano, estaba sólida.
Cuando era hora de tomar su medicamento, aunque casi no funcionaba seguíamos dándoselo por las dudas, la llamé pero no respondió. Corrí hacia la habitación. No había nadie. Lo que si noté es que había una pequeña muñeca en la cama con la misma ropa que Andy. Desde ese día la cuidé, le compré ropa y le dí una casa para ella sola. Aunque nadie lo sepa yo sé que sigue estando aquí, estoy segura. Ahora me está comenzando a dar una jaqueca terrible. Me tengo que acostar o descansar…



Cami, 2019.
A partir de la lectura de cuentos de Silvina Ocampo en el Club de la serpiente.




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