martes, 27 de agosto de 2019

Un gusanito feliz - Gabriel Guadalupe






En un perdido rincón del bosque, un gusanito amarillo vivía felíz en compañía de sus amigos. Gran parte del día lo pasaban buscando frutas maduras para alimentarse. Las manzanas rojas eran las preferidas que usaban de refugio cuando jugaba a las escondidas. Dentro de ellas nadie lograba encontrarlo. Los días de lluvia trepaban a las plantas lo más alto posible y desde allí se tiraban de cabeza en los charcos de agua. 
Una tarde, mientras gusanito paseaba por un cardonal, escuchó que se acercaba un grupo de hambrientas hormigas coloradas. Arrastrándose para ocultarse detrás de un cactus, rozó una de sus afiladas espinas. 
¡Ay!gritó del dolor y al darse vuelta tocó otra de ellas. 
¡Au!pero no podía llamar la atención de las hormigas, sabía que sus picaduras son muy dolorosas. 
Aguantó el pinchazo hasta que la fila pasó y una vez que estuvo a salvo pudo desahogarse. 
¡Aaaaay
Con asombro miró al cactus que movía sus brazos. Si los levantaba parecía saludar a gusanito, si los estiraba hacia los lados dibujaba un gran abrazo. Espinas violetas, amarillas y azules danzaban con el viento.  
Del lugar lastimado apareció un pequeño chichón del tamaño de una lenteja. Lo mismo pasó del otro lado de su cuerpo.  
¿¡Qué es esto!? 
Cada uno de los chichones fue tomando la forma de una cabeza con ojos y boca. La de la derecha mostraba una amplia sonrisa amigable. La de la izquierda con su frente arrugada, lanzaba fuego por sus ojos. Entre ellas Gusanito estaba pálido y sin comprender. 
La más amistosa dijo: 
¡Qué lindo cactus! ¡Cuántos colores! 
¡Nada que ver, cara de felíz cumpleaños! Parece un payaso con uñas pintadasrespondió la otra. 
¡Che, pero qué amargada! 
Gusanito extrañado se encontraba en medio de la discusión. Las dos cabezas unidas a su cuerpo continuaban:  
¿Para qué tengo que sonreír si no hay nada gracioso? 
¿Che, podrías ser un poco más simpática? 
Odio a todos los que se quieren hacer los simpáticos. ¡A todos! 
Pero te puedo ayudar a cambiar tu enojo, che. 
¡Basta de decirme “che”! ¡Me cansaste! Dejame en paz con mi enojo y ocupate de tus cosas graciosas. No me interesa la ayuda de nadie. ¡Y la tuya tampoco! 
¿Y si cantamos una canción? ¿Te gusta cantar? Yo sé una que dice así: “Soy un gusanito muy feliz…” 
¡Termínala!interrumpió la cabeza malhumorada.¡Es horrible y encima cantás de lo peor! 
Bueno, si querés nos quedamos en silencio. 
¡No! Detesto el silencio. Eso es para cuando alguien se muere y acá no se murió nadie. 
Gusanito no sabía qué hacer con las nuevas cabezas.  
Cuando una de ellas cerraba los ojos para dormir una siesta, la otra gritaba: 
¡No quiero dormir, quiero ir a jugar!y comenzaba otra discusión.  
Lo mismo sucedìa en el almuerzo: 
¡Che, qué ricas hojas dulces!decía una cabeza.   
¡Qué asco, a mí me gustan las hojas amargas!se quejaba la otra.  
¡Quiero jugar a las escondidas! 
Yo a la mancha. 
Escondidas. 
Mancha. 
¡Escondidas! 
¡Mancha! 
¡Che! 
¡Córtala! 
Hasta que gusanito no aguantaba más: 
¡Bastaaaaaa
Una mañana se encontró con su amigo el escarabajo Cucarrón.  
¿Qué te pasó amigazo?dijo sorprendido. 
Gusanito le contó y le pidió ayuda: 
Ya no sé qué hacer, estas cabezas que me crecieron están volviéndome loco. ¡No las aguanto más! 
Escuchame una cosa, personaje. Vos y las otras dos cabezas comparten un mismo cuerpo y no pueden existir separados. Van a tener que aprender a convivir. 
¡Pero es insoportable hacerlo con alguien que se ríe todo el día!protestó la furiosa. 
No, no. Nada de que no puedo. A ponerse las pilas. Y vos, carita felíz, vas a colaborar también. Con paciencia lo lograrán. Cada una va a decir lo que le gusta hacer y luego llegarán a un acuerdo. Nadie quedará enojado y compartirán como verdaderos amigos. 
Espero que sea así.  
Vale la pena intentarlo cabezón. ¡No me falles, eh! 
Cucarrón saludó a Gusanito y a sus cabezas.¡Buena suerte, ahora debo seguir mi camino! 
Luego de la merienda decidieron quedarse debajo de un arbusto para conversar. 
Yo quiero pasear entre las plantas. 
Prefiero leer un buen libro. 
¡Disfruto cantar! 
Me encanta quedarme a descansar tirada en un cómodo pastito. 
Gusanito escuchaba con atención los gustos de cada una. Luego llegaron a un pacto.  
Desde ese día jugaron todas las tardes con sus amigos gusanos y por la noche leían en ronda hasta quedarse dormidas. Los cuentos que más le gustaban a la cabeza gruñona eran los de terror. Cada mañana buscaban hojas agridulces y así ninguna se quedaba sin comer. Durante los paseos por el jardín cantaban a coro divertidas melodías. 
Gusanito sonreía igual que sus dos cabezas. Aunque cada una era muy diferente a la otra, aprendieron a disfrutar su amistad. Juntas hicieron de Gusanito un gusano felíz




Gabriel Guadalupe, 2019.

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