Ella era una mujer desprejuiciada y atrevida. Vivió sin reproches ante los mandatos incumplidos.
Su espíritu libre, su frescura me resultaban conmovedores. Sus piernas interminables guardaban los secretos de un viaje que la llevó a todos los espacios que su corazón le dictó.
Mi tía Otta, mi remanso de juegos y burbujeante risa. Nunca supe de su privada humanidad, siempre me deleité con sus arrebatos de niña desobediente.
Su vida encerró la belleza de lo intenso, la sabiduría de quien conoce su hora.
En ellas me acurruqué cuando ya no estuvo. En su libertad sin estridencias me reflejé a través de las palabras. En la desfachatez de Otta confirmo que la vida es mejor llevarla como una valija pequeña, preñada de historias.
María de los Ángeles Raggio, 2019.
Melisa St Pierre |
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