Xanthopoulos |
Sucedió en el
medio de la noche mientras cortaba unas rodajas de pan. Mi atención
se desvió por el ruido de hojas agitadas de un arbusto, un mapache a
través de la ventana. Esa fue, creo yo, la primera vez que noté mis
extrañas tendencias como un humano inusual.
Le di un trozo de
pan; algo en mi sopesaba las consecuencias. Sabía que si un mapache
era alimentado siempre vendría por más. La atractiva belleza del
cuchillo era el síntoma. El pan, mi hambrienta curiosidad. El
mapache, un ansia.
La luna cambia de
fase y refleja tanto más la luz en el cuchillo. La misma que brilla
en los ojos de mi nuevo amigo. Corto el pan, fresco y suave. Él, se
excita.
Ahora el mapache
gusta de seguirme. Se podría decir que nos hemos acostumbrado el uno
al otro.
Su hambre
aumenta, con nuevas visitas su voracidad crece, pide más, más y
más, así que mi pan está siempre a mano. Cada vez que empuño mi
cuchillo el mapache me muestra su excitación. La sangre corriendo.
Corto el pan. Me vuelvo a alimentar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario