martes, 26 de mayo de 2020

Princesas en huelga * Lucía Imperatore


Princesas en huelga


Las hermanastras la creían discapacitada. Como una hoja que vuela sin dirección en el viento, disponible como una farmacia que está abierta las 24 horas. Un pibe de “globo”. Una app.
Cenicienta cansada de los maltratos, un día se acordó que a una cuadra de su casa se había mudado una terapeuta, la cual le había dejado su numero una tarde cuando la encontró llorando en el cordón de la vereda. Cenicienta supo que había otra posibilidad más que esperar a que la rescate un príncipe. La terapeuta le dijo: tú puedes rescatarte tú misma. Y como la situación en su casa era cada vez peor y ya no estaba pudiendo dormir, Cenicienta una mañana la llamó.
Esta mujer vestía de pantalones Oxford, remeras anchas, aros muy llamativos y además usaba una boina. Siempre estaba maquillada y era muy esbelta. En el pueblo la llamaban la hippie. Vivía muy libremente y no soportaba los mandatos impuestos por la sociedad, ella representaba lo que se conoce como una antisistema.
Así después de algunas sesiones, Cenicienta comprendió que la espera de un príncipe azul la estaba consumiendo. Entonces con astucia y asesorada por su psicóloga, convoco vía celular a casi todas las protagonistas de cuento de hadas en busca de apoyo.
Armó un grupo de WhatsApp llamado “princesas en huelga”. Al grupo se unió Blancanieves, la Bella Durmiente, la Sirenita, Pocahontas, Rapuncel y muchas otras más.
Blancanieves le comentó que estaba atrapada en una casa con ocho enanos que la habían adoptado como madre sin su consentimiento y que una asistente social le había dicho que los enanos no eran su responsabilidad. Ella estaba preocupada por quien cuidaría de los enanos cuando ella se fuera persiguiendo su destino: el convertirse en chef.
La Bella Durmiente se quejaba de que en su castillo todos consumían hierbas prohibidas y que se pasaban toda la noche despiertos sin dejarla dormir en paz. Y que si estaba drogada ningún príncipe la querría.
La Sirenita estaba cansada de las constantes preguntas que le hacia su padre y del delirio en que vivía en donde todos creían que cantar era un pecado porque atraía a los hombres. Y que a la superficie era imposible salir por la contaminación que los cruceros dejaban cada temporada.
Pocahontas decía que ya no podía explorar el bosque porque su padre lo había hecho cercar con alambres y se había convertido en un barrio privado. Mr. Smith le había comprado un terreno para construir una casa para que ella limpiara y cuidara el jardín. Además, todos los ciudadanos se volvieron adictos a las compras y a ella le habían hecho poner un vestido.
Rapuncel era la más parecida a Cenicienta porque desde siempre estuvo desconforme con el trato de la que se hacía llamar su madre y siempre tuvo dudas de su verdadera identidad. Por eso se había hecho un mapa familiar con constelaciones por medio de una amiga, que le había sugerido lo mismo que la psicóloga de C nicienta: buscar apoyo. Por eso fue la primera en unirse al grupo de WhatsApp.
Como todas tenían un motivo para protestar decidieron, vía chat, armar un paro. La consigna a seguir era decir ante sus opositores: “estoy en huelga”. Todas estuvieron de acuerdo.
Así fue como muchas otras princesas de a poco se fueron uniendo conformando un sindicato. Y los personajes opresores no supieron más que hacer y tuvieron que comenzar a negociar con Cenicienta, quien fue nombrada presidenta.
Ahora las princesas tenían voz. Y su líder armó un plan para ayudar a cualquier princesa que no estuviera siendo tratada como un sujeto activo.
Tal fue la repercusión de este movimiento que cuando los padres les contaban las tradicionales historias de cuentos de hadas a sus hijos, estos los corregían con las nuevas versiones que surgieron a partir del paro. Los padres tuvieron que aggiornarse y escuchar las nuevas versiones.
Dice la historia que la huelga de las princesas duró mas de un siglo. Tanto que se volvieron leyenda.

Lucía Imperatore, 2020.




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