Princesas en
huelga
Las hermanastras
la creían discapacitada. Como una hoja que vuela sin dirección en
el viento, disponible como una farmacia que está abierta las 24
horas. Un pibe de “globo”. Una app.
Cenicienta
cansada de los maltratos, un día se acordó que a una cuadra de su
casa se había mudado una terapeuta, la cual le había dejado su
numero una tarde cuando la encontró llorando en el cordón de la
vereda. Cenicienta supo que había otra posibilidad más que esperar
a que la rescate un príncipe. La terapeuta le dijo: tú
puedes rescatarte tú misma. Y como la
situación en su casa era cada vez peor y ya no estaba pudiendo
dormir, Cenicienta una mañana la llamó.
Esta mujer vestía
de pantalones Oxford, remeras anchas, aros muy llamativos y además
usaba una boina. Siempre estaba maquillada y era muy esbelta. En el
pueblo la llamaban la hippie. Vivía muy libremente y no soportaba
los mandatos impuestos por la sociedad, ella representaba lo que se
conoce como una antisistema.
Así después de
algunas sesiones, Cenicienta comprendió que la espera de un príncipe
azul la estaba consumiendo. Entonces con astucia y asesorada por su
psicóloga, convoco vía celular a casi todas las protagonistas de
cuento de hadas en busca de apoyo.
Armó un grupo de
WhatsApp llamado “princesas en huelga”. Al grupo se unió
Blancanieves, la Bella Durmiente, la Sirenita, Pocahontas, Rapuncel y
muchas otras más.
Blancanieves le
comentó que estaba atrapada en una casa con ocho enanos que la
habían adoptado como madre sin su consentimiento y que una asistente
social le había dicho que los enanos no eran su responsabilidad.
Ella estaba preocupada por quien cuidaría de los enanos cuando ella
se fuera persiguiendo su destino: el convertirse en chef.
La Bella
Durmiente se quejaba de que en su castillo todos consumían hierbas
prohibidas y que se pasaban toda la noche despiertos sin dejarla
dormir en paz. Y que si estaba drogada ningún príncipe la querría.
La Sirenita
estaba cansada de las constantes preguntas que le hacia su padre y
del delirio en que vivía en donde todos creían que cantar era un
pecado porque atraía a los hombres. Y que a la superficie era
imposible salir por la contaminación que los cruceros dejaban cada
temporada.
Pocahontas decía
que ya no podía explorar el bosque porque su padre lo había hecho
cercar con alambres y se había convertido en un barrio privado. Mr.
Smith le había comprado un terreno para construir una casa para que
ella limpiara y cuidara el jardín. Además, todos los ciudadanos se
volvieron adictos a las compras y a ella le habían hecho poner un
vestido.
Rapuncel era la
más parecida a Cenicienta porque desde siempre estuvo desconforme
con el trato de la que se hacía llamar su madre y siempre tuvo dudas
de su verdadera identidad. Por eso se había hecho un mapa familiar
con constelaciones por medio de una amiga, que le había sugerido lo
mismo que la psicóloga de C nicienta: buscar apoyo. Por eso fue la
primera en unirse al grupo de WhatsApp.
Como todas tenían
un motivo para protestar decidieron, vía chat, armar un paro. La
consigna a seguir era decir ante sus opositores: “estoy en huelga”.
Todas estuvieron de acuerdo.
Así fue como
muchas otras princesas de a poco se fueron uniendo conformando un
sindicato. Y los personajes opresores no supieron más que hacer y
tuvieron que comenzar a negociar con Cenicienta, quien fue nombrada
presidenta.
Ahora las
princesas tenían voz. Y su líder armó un plan para ayudar a
cualquier princesa que no estuviera siendo tratada como un sujeto
activo.
Tal fue la
repercusión de este movimiento que cuando los padres les contaban
las tradicionales historias de cuentos de hadas a sus hijos, estos
los corregían con las nuevas versiones que surgieron a partir del
paro. Los padres tuvieron que aggiornarse
y escuchar las nuevas versiones.
Dice la historia
que la huelga de las princesas duró mas de un siglo. Tanto que se
volvieron leyenda.
Lucía Imperatore, 2020.
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