En algunas de estas caminatas recorrí grandes distancias, ya que el comedor de opio es demasiado feliz para notar el paso del tiempo. A veces, en mis intentos de navegar de vuelta a casa con arreglo a los principios náuticos, fijando la mirada en la estrella polar y buscando ambiciosamente el paso del Noroeste en lugar de circunnavegar todos los cabos y puntas que doblara en mi viaje de salida, terminaba por tropezarme con los más arduos problemas en forma de callejuelas intrincadas, entradas misteriosísimas y calles sin salida, que eran como enigmas de las esfinge que hubiesen burlado la audacia de los mozos de cuerda y confundido el intelecto de los cocheros. Casi me persuadía por momentos de ser el primero en descubrir algunas de esas terrae incognitae y dudaba de que figurasen en los mapas modernos de Londres. Por todo esto habría de pagar un precio elevadísimo años después, cuando el rostro humano tiranizó mis sueños y las perplejidades de mis pasos por Londres regresaron para asediarme mientras dormía con la sensación de perplejidades morales o intelectuales que trajeron consigo desconcierto a la razón, angustia y remordimiento a la conciencia.
Thomas de Quincey, Confesiones de un inglés comedor de opio.
Propuesta de escritura para hoy:
-Escribir sobre perderse: 1- Perderse en la ciudad propia. 2- Lo que te pierde de deseo.
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Libro recomendado de hoy: Confesiones de un inglés comedor de opio de #thomasdequincey
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