viernes, 23 de abril de 2021

No soy Madame Bovary * Karina Macció

 




“No soy Madame Bovary”

con la poca distancia que ya poseo

desde el momento en que me hallé

diciendo

No soy Madame Bovary

veo lo ridículo del caso, de mí.

Veo que me gustaría 

ser Flaubert y pronunciar

“Madame Bovary, c’est moi”

cuando imagino ese bigote regordete

encorsetado y de facción antipática

hacer tal declaración

el escándalo que fue esa novela

el juicio por la afrenta moral y religiosa

sí, con apariencia desagradable y pluma trabajada

me gustaría ser Flaubert, decir

seguro, imperturbable, provocadoramente 

Madame Bovary, soy yo.


Sin embargo, acá en Buenos Aires, 2020, no muchos quizás sepan

de las andanzas de Emma y Gustave, poco quizás importen 

en un amplio panorama donde literal

Australia se incendia sin freno

y los “refugiados”, fatal mote para los deshechados del mundo, 

mueren

o se apiñan en “campos”

-menciono dos “hechos” porque están acá

en la punta de oído de mi lengua

en el toque de la pantallita portátil

animada 

que propaga desastres dejándonos

secos, zombies, inertes.


Con toda esta proliferación espantosa

¿a quién le importa que yo 

haya dicho con esta misma lengua,

castellana y traducida,

no soy Madame Bovary?


Sin embargo, hay una ilusión 

un corazón que sigue

estoy viva

y con cierta añoranza

me gustaría haber dicho

Madame Bovary,

soy yo

me gustaría porque ella

nunca se borró

Flaubert mismo quiso escarmentarla

y ahí, cual fénix

siempre se levanta, presente histórico

ahí vuela

no hay muerte que le valga 

vuela

Emma permanece

enamorada

Emma devora libros

Emma sueña despierta

Emma despilfarra el salario de su marido

Emma desnuda 

su cuerpo y goza

su cuerpo, el nuestro.


Emma, sin duda,

escribe.


Dije no soy Madame Bovary.


Ahora veo

bien puedo ser

Emma. 


Karina Macció, 2021.




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