Mi nacimiento es sólo una probabilidad de la historia.
Hay testigos que aseguran que esto no ocurrió que sólo fui comprada en un desmantelado almacén de muebles dispersos en mortandad. Allí miraba el vitrocerámicas por el que asomó el rostro mi padre
(fue un buen hombre nunca supo hacer negocios
me compro engañado por un tahúr).
Mi padre cuenta la anécdota junto a la chimenea sin fuego. Su figura es borrosa, ahorcada por las cenizas que fluyen en el cuarto.
Mi padre viajó siempre. En cada ciudad que habitó aquella chimenea se echaba a sus pies como un perro. He llegado a creer que en la chimenea eternamente apagada, el leño era mi padre
y yo
cenizas.
Leonor García Hernando.
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