Escenas de familia
Nunca lo supiste.
Te espié durante meses desde la ventana del tercer piso.
Sabía si estabas contento o no según cómo la saludabas. Observaba las manos de los dos, cómo se tocaban. Los labios, cómo se besaban. Los ojos no. Los ojos no los veía desde el tercer piso.
Sin embargo, te conocía tanto que podía imaginarlos con los brillitos de cuando estuviste enamorado.
El día que ella no vino, llovía mucho. Eso yo no lo había previsto. Hubiera preferido que pudieras esperar sentado en el banco verde con el sol en la cara, como te gustaba. ¿Cuándo te enteraste? ¿Qué te habrá dicho?
Creí que iba a ser más difícil, pero no. Hay gente a la que no le cuesta entender el abismo.
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La perra debía percibirlo de alguna manera, porque todos los días a las 6 salía al balcón a esperarlo. Nosotras no. Preferíamos quedarnos en el cuarto para no tener que saludar.
Él sabía que estábamos en la casa, pero tampoco le interesaba mucho saludarnos. Aparecíamos dos horas más tarde para la cena. Comíamos en silencio. Solo a veces se hablaba de algo sin importancia.
Después, dormíamos. Cuando nos despertábamos, él ya se había ido.
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Los días como hoy, mamá toma el té en el jardín. Ahora está con la taza en la mano y habla con alguien.
Ahí cerca puse mi casa de muñecas. Ella tiene los labios azules porque yo la maté ayer.
Ya no me gustaba ese vestido con cintas oscuras. Tampoco sus ojos fijos que nunca terminaban de mirarme.
Por eso la maté, pero mamá, como sigue hablando, todavía no se dio cuenta.
Elisabeth Fontana para Refugio / Intemperie
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