Comencé
a leer Espina de maguey en un colectivo una mañana lluviosa
de esas en las que Buenos Aires se convierte en un caos de agua y
gente. Me costó muy poco caer por un agujero de niebla dando vueltas
en remolinos dentro de los poemas. Así, dejé la ciudad conocida y
viajé a Latinoamérica. Aunque ya estaba allí, el viaje ocurrió.
Los
versos cortos y el ritmo de un canto calmo pero insistente me
hipnotizaron. En un momento, me soprendí viendo los colores de la
ropa colgada en un patio. Podía oler las prendas limpias, recién
lavadas, y la tierra seca con sol fuerte.
Salí a
pasear una y otra vez en cada página. O, mejor dicho, me dejé
llevar por un camino de piedra, dando saltos por paisajes a veces
oníricos en tanto me parecían al mismo tiempo desconocidos y
familiares, como si en ellos hubiera vivido otros tiempos antes de
nacer. El camino me ofreció pausas en detalles, lugares certeros en
los que podía afirmar los pies y descansar. Así una piedra, una
iglesia abandonada o un cenote fueron mis oasis.
México.
Nunca me lo había imaginado así. Desierto y agua. Verde en hojas y
en serpientes vivas eternas. La virgen y la muerte, la cruz en el
cactus. Espinas. Papel picado. Fiestas. Peregrinajes paganos.
Los ojos
de la que escribe llevan mi mirada sobre las cosas. Me disponen a una
forma de ver que me lleva al silencio o a los sonidos elementales y
perfectos como el de una gota de agua.
El libro
de Mariana Vacs, al igual que las más entrañables obras literarias,
resulta un viaje a un lugar en el que tal vez ya estamos pero no
vemos.
Eugenia
Coiro
Espina
de Maguey, Mariana Vacs. Ediciones El Mono Armado, 2012.
2 comentarios:
Gracias, Eugenia, que hermosas tus palabras!!!!!
Mariana
Totalmente de acuerdo con la aproximación de Eugenia a Espina de Maguey. Felicitaciones una vez más a la poeta Mariana Vacs!
Publicar un comentario