El calvario
Sí. Me fui con el partido ya empezado. En la última parte ya no estaba muy atento. De por sí es medio colgado cuando hablamos, mira para todo lados como buscando conocidos, o muchas veces está meta relojear minas que pasan por la calle o que están entrando en el bar. ¿Querés saber de qué hablábamos? De fútbol, el tema del año cuando es el mundial. Le contaba algunas cosas, le explicaba de dónde me había nacido esa aprensión contra el deporte nacional. Ahora que te lo cuento, me pregunto por qué será tan difícil en este país tener una conversación en la cual no se hable del fútbol. Eso me recuerda algo muy divertido que aprendí: cómo hice de una pálida algo creativo.
Parte del calvario de no mirar
partidos ni interesarse en el fútbol, es que la mitad de las
conversaciones que podrías tener, en particular cuando estás con
gente con la cual tenés una relación superficial, como por ejemplo
en el trabajo y estás en el horario del almuerzo, es que no sabés
qué decir. Es más, ahora que lo pienso, quizá fuera un gesto
piadoso de mi parte. Cuando veo que encaran con el tema de los
partidos del fin de semana, que últimamente son también durante
toda la semana, me sentiría mal, como un traidor a la causa, si les
dijera que no tengo ni idea, que no miro, que no me interesa y que no
gasten “pólvora en chimango” conmigo. Pero la vida me dio un
recurso, una inusitada habilidad para superar ese momento. Quizá
fuera por casualidad, un día en que intentaba no decir que no tenía
idea de los eventos y escenas del clásico Boca-River. Lo más
probable es que haya improvisado unos gestos de asentimiento, como
cuando estás en una fiesta y el volumen de la música no te deja oír
lo que te acaba de decir el otro. Entonces para no frustrarlo le
sonreís y asentís con la cabeza sin dejar de bailar en ningún
momento. Al final, el otro cree que vos escuchaste y santo remedio.
Seguramente aquel día, el otro me
haya contado una escena del partido. ¿Viste cómo se l
a puso en
el ángulo? Un patadazo, una bestia el pibe. Yo decía que iba a ser
una revelación. Imagino, porque lo sé, cómo debo haberme sentido.
Habré respondido: ¡Claro! ¡Seguro! y encogiédome de
hombros, acompañado de un gesto de asentimiento, mostré mi acuerdo
pleno. Lo que vino después fue un Eureka para mí.
Descubrí la verdadera pasión detrás de este deporte de cepa
nacional y popular: la sordera argentina. Es cuando queremos decir
algo, mostrando lo vivos que somos, lo pícaros que estuvimos y la
inigualable capacidad que desplegamos y el otro debe admirarnos y
hasta envidiarnos. No interesa qué opine, está allí sólo como
excusa. El libreto no incluye su parte. Se trata de un monólogo
asistido por un partenaire, quien debe cumplir su rol asistencial en
la orgullosa exhibición del pavo, cuando despliega su penacho para
exhibir las plumas coloridas que estima únicas y maravillosas. Mi
descubrimiento es que no le interesa, nada, ni un poco, lo que el
otro diga del partido y la escena del patadazo. Lo que quiere es
seguir adelante, mostrar un poco más de su sabiduría casi oriental,
mística y reveladora, acerca de lo que ha sucedido en cada rincón
de aquel rectángulo verde rayado de blanco. Sólo estarán
dispuestos a frenar si alguien se les opone, si el disenso asoma de
manera provocativa para el pensamiento único. Ah, eso será como
haber sido desafiado a duelo. El del patadazo -experto
implacable- sacará su arma y limpiándola para que no le explote en
la mano, comenzará a desgranar con vehemencia -casi en un grito-
todos los fundamentos, evidencias y argumentos, que lo han llevado a
sus científicas conclusiones. El otro, si lo siente necesario, se
enroscará en el debate, a lo cual seguramente se sumarán otros. La
misma vehemencia con la que nos enfrentamos políticamente sin entrar
en razones. Todo es ataque, defensa y estocada mortal, que debe
desarmar al enemigo.
Leo Barizzoni
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Pero ¿qué te estaba diciendo?, pasa
que en este tema tengo tanto acumulado, que me pierdo, me mareo y me
voy por las ramas. Son años de rumiar, eso, no de pensar; masticar y
masticar lo mismo, un chicle interminable que no pierde el amargor
nunca, algo que no se tritura, que no trago. Ah, sí, que había
encontrado la forma de manejarme en las conversaciones sobre fútbol.
Claro, como te decía, lo que hago es usar interjecciones y gestos.
Mirá:
Ah, claro (levantando
las cejas)
Si, uhhh (con
una palma de la mano hacia arriba)
Nooo, no puede ser, ¿en
serio? (hombros semilevantados y cara
redonda como dándole forma a la o del no y del serio)
Pero, pucha, mirá vos (el
gesto varía según la ocasión)
Ya con eso tenés el repertorio
básico. Luego hago variaciones. Increíble, pero real. Siempre logro
que el otro siga hablando, que se sienta bien, que no perciba nada de
mi ignorancia y al cabo de unos minutos más, se va orondo, feliz de
haberme convencido de sus argumentos irrefutables sobre el último
partido, al que le dedicó todo el domingo a la tarde.
Igual te voy a confesar algo: creo
que varios se dieron cuenta.
Hace ya tiempo que no me hablan más.
Ricardo Czikk, 2014.
5 comentarios:
Y yo pensaba que cuando te hablaba de Racing me escuchabas atentamente y estabas totalmente de acuerdo conmigo. Igual te voy a seguir hablando de fútbol que es lo único que sé.
hugo
Ja ja lo hacés solamente para hacerte el diferente...
Te falta nivel cultural para entender el futbol(como a mi). Eso es lo que pasa.
El gran Borges definió a este cada vez menos deporte-cada vez más pasión-espctáculo como ”un invento post-colonial que sustituye a las peleas de cuchillo". Si de cuchilleros hablamos, los rioplatenses somos más del amague que de pinguear; y qué mejor que sacarle lustre al filo desenvainado en un monólogo de oficina. Es una suerte de pavoneo laboral, un folclórico salir a la cancha para que se luzca el malevaje dialéctico de soñarse el dueño de la pelota.
Tenía algo para decir, pero después de leer el comentario de Alex, mejor me voy a facebook a hablar de fútbol.
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