En trance
Y me senté, hacía rato que estaba
parada. El comedor era algo lúgubre. Las paredes estaban algo
escarchadas y descoloridas. Empezamos a recordar. Me contó sobre
su tierra natal. De a poco fuimos recorriendo sus pagos, viajando
por San Sebastián. Sus historias acariciaban la realidad, tanto como
la fantasía.
El olor a manzanilla, ese aroma se
adueña del ambiente. La tetera hirviendo. El agua caliente. El
saquito de té. Su lentitud al degustarlo.
Minuto a minuto, el tiempo pasaba
por un tamiz. Y así se escurría, al igual que ella.
Hace poco. Hará dos meses.
Me contaba historias tan bellas.
El otro día me sucedió algo raro.
Estaba en la cocina, buscando unos papeles y la puerta se abrió. Yo
creo que sola. Y en eso que voy a cerrarla. Se cae un cuadro.
Justo el del País vasco…
Estoy muy triste, sí, pero esto me
hace bien. Me deja una gran satisfacción.
Dicen que recordar es soñar
despierto. El único problema es quedarse en ese estado de vigilia. Y
no poder volver a abrir los ojos.
Hay un mundo afuera…
Mariel Fini, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.
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