Camino cuatro cuadras hasta
Rivadavia. Se oye poco acá afuera, como si algo empezara. Siento el
ruido de mis zapatos, no quiero que me escuchen, pienso que mis pasos
hablan de mí, cantan el misterio. Quisiera caminar distinto, con
una firmeza coreográfica, nombrarte, gritarte, arrodillarme ante vos
y que las cosas sucedan solas.
Hoy quiero ser esa mujer rubia que
no le tiene miedo a nada. Usa brillos en la ropa, medias negras y
polleras que dejan ver los encajes.
Llego a la
avenida. El ronroneo constante de los autos me interrumpe frente al
semáforo. Me paro en el borde de la calle, casi afuera del cordón.
Aprovecho la pausa. Intento llamarte. Sé que vendrías. Quisiera
desafiarte, ser tan ruidosa. Voy a ser esa mujer rubia, masticando
chicle, usando aros gigantes, trasparencias color negro. Marcando mi
propio ritmo, que todos me sigan. Nombrarte.
Mis pasos ya se sienten. El ruido
delos tacos se escucha tan fuerte. Me encuentro frente a frente con
una mujer de mi edad, pienso si seré yo misma. Las dos nos cruzamos
enfrentadas en una misma línea como si quisiéramos hacer el mismo
baile. La dejo atrás y sigo. Ya sé quién soy. Esa mujer rubia que
no tiene miedo, que desafía cuando camina, hace ruidos, mastica
chicle, muestra sus encajes y aun así se arrodilla ante vos, te
redime.
Mariana Avendaño, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje para la Fiesta Glitter.
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