miércoles, 15 de junio de 2016

Tic Tac * Juanpi Ortigosa




"Tic-tac, las siete, arriba, ¡las siete!" sonaba por las paredes de la casa. Esa mañana la casa estaba llena.
El reloj continuó con su tic-tac, repitiendo sus sonidos hasta que todos los escucharan. "Las siete y uno, el desayuno, ¡las siete y uno!"
En la cocina, el horno del desayuno dejó escapar un silbido y arrojó de su cálido interior ocho tostadas perfectamente hechas, ocho huevos perfectamente fritos, dieciséis tajadas de panceta, dos cafés y dos vasos de leche fresca.
"Hoy es 3 de agosto de 2026", dijo una segunda voz desde el cielo raso de la cocina, "en la ciudad de Allendale, California". Repitió la fecha tres veces para que todos la recordaran. "Hoy es el cumpleaños del nuestro vecino, Roger. Hay que pagar el seguro, y también las cuentas de agua, gas y electricidad".
Escuchando esto, la familia desayunaba. “Siete y cuarenta y cinco. A cambiarse. ¡Siete y cuarenta y cinco!”. Todos se pararon, las paredes de los cuartos se abrieron buscando la ropa que necesitarían ese día y ellos se la pusieron.
"Ocho y uno, tictac, ocho y uno, a la escuela, al trabajo, corran, ¡ocho y uno!" Uno a uno se oyeron los portazos y empezaron las suaves pisadas de las zapatillas sobre las alfombras. Afuera llovía. La caja meteorológica en la puerta de entrada recitó suavemente: "Lluvia, lluvia, gotitas, impermeables para hoy...". Y los dejaba al lado de la puerta, para que se los coloquen antes de irse.
“Tres y veinte. Hora del retrato. ¡Tres y veinte!” Y así la familia se quedó quieta para que los brazos de la casa pudieran retratar su tarde en el patio (ahora que la lluvia se había ido y el cielo estaba más celeste que nunca). El padre cortando el césped, la madre arreglando las flores y los hijos pasándose la pelota. Al ver la pintura les gustó tanto que la casa la enmarcó y colgó en el living, para que todos la vieran.
“Son las cuatro. A merendar. ¡Las Cuatro!” Hacía tanto calor que la familia tuvo que comer dentro, con el aire acondicionado y no pudo aprovechar la pileta recién llena. “La temperatura está por alcanzar los 57 grados, la mayor oleada de calor en la historia” les contaba la casa. Era tanto que ya no lo soportaban.
Pasado un rato el calor no disminuía, sino que seguía aumentando. “Demasiado calor, malfuncionamiento del sistema, reiniciando” dijeron las paredes, justo antes de apagarse completamente. La familia entró en pánico, se asomaron y vieron que todas las casas del barrio estaban apagadas y sus vecinos se iban corriendo.
― ¡Debemos llegar al refugio anti-bombas! Es el único lugar donde podemos soportar esto.― gritó su vecino.
Ellos ni lo pensaron, agarraron algunas cosas y se fueron a toda velocidad. Pero antes de irse el padre fue a ver el mecanismo de la casa y le hecho hielo en su interior, esperando que volviera a funcionar.
“Son las cuatro y doce, demasiado calor en el exterior, protegiendo la casa”. Y así, las puertas y ventanas se cerraron, la casa esperando a proteger a la familia. Y la familia, ya fuera de la casa.
….

En el living, cantaba el reloj con voz: "tic-tac, las siete, arriba, ¡las siete!" como si temiera que nadie se levantara. Esa mañana la casa estaba vacía.


Juanpi Ortigosa, 2016. Sobre Vendrán lluvias suaves de Ray Bradbury.

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