Un día, en un restaurante, fuera del
espacio y tiempo,
me sirvieron el amor como guiso frío.
Dije delicadamente al misionero de la
cocina
que lo prefería caliente,
que el guiso (y era al estilo de
Oporto) nunca se come frío.
Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un
restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la
cuenta,
y me fui a pasear por la calle.
¿Quién sabe qué quiere decir esto?
Yo no lo sé, y me pasó a mí...
Fernando Pessoa.
Marta Moro |
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