Caballo de Troya
La vida es eso, vueltas locas.
Como imaginar una mañana que sea la antípoda de lo que pensabas, de lo esperabas:
El carrusel gira y vos con él.
No te diste ni cuenta, pero así fue.
Llegaron los recuerdos, ilusión, risas, todo lo hermoso de la vida.
Hay rosas en el jardín, un césped verde donde sentarte a contemplar los jazmines y su hermoso perfume, pasto recién cortado, un sol brillante.
El carrusel gira y vos con él.
De repente todo se convierte en un pantano, horriblemente gris.
Un pozo donde caés, tocás fondo, y nada importa.
El infierno mismo está allí, pero justo antes de morir…
El carrusel gira y vos con él.
Vuelve a girar, soportás, seguís. A veces bien, a veces mal.
Ya sabés: la felicidad solo la atrapás por momentos.
Como la sortija del carrusel, todas las vueltas las querés, mas es imposible.
Él y vos dando vueltas, rápidas, lentas.
Aparece la angustia, la ironía del destino, el miedo, la desesperanza.
Te dan ganas de bajar.
¿Pero si nunca podes volver a subir y se detiene para siempre el Caballito sube y baja?
El carrusel gira y vos con él.
No vas a bajarte, acordarte, viajás con él.
No sabemos por qué, pero así es, la vida continúa.
Girando como el carrusel.
Cosechá cada momento: tomalo, disfrutalo, son tuyos. Sé egoísta, única, arriesgada, hasta el último día de tu vida.
Si te dejaron sola en el viaje, ya no importa.
Sola llegás, sola te vas.
El carrusel gira y vos con él.
Los recuerdos hieren, van y vuelven, ahí están.
Saltan como víboras venenosas.
Te quieren matar.
Por qué mutan con los años, mas no te abandonan.
Quiero que no existan, pero están guardados, agazapados.
Como tesoros malditos que de repente te hacen recordar.
Que vuelva el carrusel, que me devuelva la vida.
Porque tuve felicidad y dolor.
Conocí la gloria y el infierno.
Nada vale, nada cambia, nada te reconcilia, nada.
Te hiere una lanza, el corazón se desangra.
El carrusel gira y vos con él.
Cuando me caí del caballo, mi alma se rompió.
Él pareció detenerse, pero no.
Se voló mi peinado, rompió mi vestido, me quedé sin zapatos.
Yo en el piso golpeada, expuesta.
Todos me miraban, veía sus caras, escuchaba sus risas.
No me importaba.
Pensé “no voy a rendirme nunca”.
Si pude en lo peor, les aseguro puedo en todo.
El carrusel continuó.
Mi caballo de Troya estaba roto, pero tenía otro.
Pequeño, rosa y verde, al que me iba a subir, para continuar el viaje.
Lilian Fernández, 2020.
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Witham
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